Revista Jurídica Cajamarca |
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Herencia: ¿Liberalidad u obligación?Ivy Rosa Nué Sessarego (*)
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Tomando
a la vida como el don más preciado que pudieron nuestros padres
legarnos, no termino de comprender, la mezquina realidad en nuestro país,
de esperanzarse en los bienes de los padres para poder ser alguien, para
poder vivir, para ser importantes. Esta
realidad, aún cuando nos parezca extraña, es cotidiana y
propia tanto de
personas de la ciudad como
del campo, tanto de quienes tuvieron acceso a la cultura como de
aquellos que no fueron tan afortunados, lo cual nos conlleva a concluir
que no es un factor legal, sino un factor humano el que tengamos que
analizar para ésta problemática, como muchos de los tópicos que se
nos presentan en nuestra labor profesional como abogados y con el propósito
que le encontremos una solución, pero que lejos de encontrarla en el
campo legal, la hallaremos en uno mucho más cercano, el “humano”. Hay
personas de escaso nivel cultural, pero que pese a su única y limitada
labor de agricultores, a lo largo del tiempo han logrado alcanzar un
buen nivel de adquisiciones, casas, lotes de terreno, normalmente de
cultivo, habiendo con estos recursos, mantenido una prolífera
descendencia, y llegado incluso a proporcionarles más de lo que ellos
recibieron, como ser una carrera profesional o un oficio que les permita
luchar en mejores condiciones que ellos. Sin
embargo, pese a todo el sacrificio que esto ha representado para los
padres, o los padres de aquellos padres, los “hijos”, esperan aún más. Si
el padre, logró dicho significativo capital con su esposa, y ésta
ya falleció, se torna en una exigencia implacable, el que tenga
que prontamente, y a veces sin analizar si ello es lo más propicio en
esa coyuntura, deshacerse de los bienes, y traducirlos en dinero para dárselos
a los hijos, como herencia de su madre, o en su defecto hacer
parcelaciones para poder contentar los apetitos de los hijos, demasiado
precipitados, que no hacen sino propiciar una mala distribución de esa
tierra y en todo caso producir empobrecimiento del patrimonio, al
encontrarse mal dividida y lo que es más, tornarla
improductiva, por que lo último que efectuarán los hijos será
un trabajo conciente de dicho bien de capital, echando mano a lo más práctico
la venta de dicho terreno y por lo tanto la desaparición de esa
propiedad, con tal de usufructuar el dinero, sin ningún pesar por
lo que significó ese pedazo de tierra para su madre y por ende
para la familia. Si
al hondo pesar de la desaparición de la madre, se aúna la pretensión
del padre de contraer nuevo compromiso, realidad, que lejos de
considerarse falta de respeto, es una necesidad para dicha persona, los
hijos comienzan a desplegar todas sus malas artes y argucias, para
hacerle la vida imposible a aquel nuevo compromiso, no por ver
sustituida la imagen materna, sino por
ver desvanecidas las posibilidades de usufructuar los bienes y
ya no hablemos de los que fueron de la madre pues éstos ya
fueron repartidos, si no de la parte del padre, quien según craso
concepto de sus hijos, no tiene derecho a gozar de sus propiedades, y al
decir esto, debemos entender
lo que es inherente a la propiedad, como ser disponer de ella, de la
forma que mejor le parezca. No,
el padre no puede rehacer su vida, tampoco puede disponer de sus bienes,
porque según ellos, tiene que dejárselos a ellos, en herencia ¿porqué?...
buena pregunta... No
será acaso esto, una muestra más de la pérdida o trastoque de
valores. No
sólo apreciamos esta realidad, sino que además encontramos, una total
pérdida del respeto a los padres, pues además de sorprenderlos, y con
engaños hacerse extender escrituras de simuladas ventas o donaciones,
se incluyen aberrantes “condiciones” como las de que prosperen
dichas ventas o donaciones, sujetas a que los hijos velen por sus padres
hasta el último día de sus vidas, no es esto acaso una obligación de
los hijos?, es que es necesario que quede pactado y patentizado en un
documento?, es que es necesario mendigar a los hijos ese cariño,
protección y cuidado? ¿Qué
está pasando?, es posible esto. Señores,
desengáñense, no hay obligación
de dejar herencia, ya bastante fue que los padres dieran vida, para
algunos complementada con otras cosas, para otros no, pero ¿hasta cuándo
seguiremos exigiendo a los demás?, y ¿cuándo comenzamos a exigirnos
nosotros mismos?, ¿porqué no desplegamos el ingenio que tuvieron
ellos, para generar patrimonio, dentro de sus limitaciones o si no fue
con limitaciones, porqué no saludamos ese
ingenio, capacidad o inteligencia para hacerlo, y tratamos de
emularlos, en vez de quejarnos amargamente de nuestra suerte, en vez de
invertir esas energías en hacer más, en ganar más, en producir más,
precisamente para dar más amor y honrar a los padres y no terminar
nunca de agradecerles la vida que nos dieron, y comenzar a retribuir en
algo, los esfuerzos, malas noches y preocupaciones que les dimos?. Reflexionemos
señores, el día que nos demos cuenta de ello, comenzaremos a ser
felices y a reconocer la
bendición de la vida y lo asaz benévolo que ha sido el Creador con
nosotros.
(*) Notaria Pública de Cajamarca. Docente de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Cajamarca. |
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