Revista Jurídica Cajamarca |
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La ética y el abogadoCésar Alberto Soto Sánchez (*) |
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Debo comunicarles que recibí la visita de sus compañeras de estudios a fin
de invitarme para conversar con ustedes hoy día y por ese motivo estoy
presente en esta aula. La invitación se produjo hace poco más de diez
días y se me alcanzó documentos relacionados con el tema que debía
tratar. En dicha ocasión hice presente mi extrañeza por la invitación
dado el tema a tratar, la Ética. En son de broma les indiqué que a lo
mejor se trataba de la misma política que están utilizando algunas
personas en el sentido de contratar ladrones para que cuiden sus
negocios y de esa manera los cuiden de otros ladrones. Pues bien, debo comunicarles que no obstante el tiempo que he tenido y por
mis múltiples ocupaciones no he podido preparar nada para esta
entrevista… (Pausa) No me queda la menor duda que las exclamaciones y aún algunos silencios,
tienen consigo una actitud de desaprobación; muchos han dicho ¡qué
mal!, otros quien sabe han pensado de otra manera que por cierto no es
mi deseo relevar, pues pueden existir comentarios demasiado ácidos que
no serían de mi agrado. Pero independientemente de si vine o
no preparado a esta reunión deseo resaltar la reacción que han tenido,
pues con ella han emitido una opinión que necesariamente tendrá que
ser reprobatoria pero que en buena cuenta sirve para ubicarnos en el
contexto del tema solicitado por ustedes. Y, es que han calificado mi
actitud. Esa calificación en principio, es reacción frente a mi acción
(u omisión); en segundo lugar, es una actitud que se involucra de lleno
en la ética puesto que como bien saben por sus conocimientos adquiridos
en esta cátedra estudia los comportamientos humanos. Pero, y aquí lo
importante, es que no se requiere tener niveles académicos ni económicos,
ni sociales para darse cuenta de lo bueno o malo de mi actitud; basta
tener criterio y sentido común para distinguirlo. Y estos comportamientos tienen que
ver básicamente en la proyección de cada persona frente a sus
semejantes, siendo una de las proyecciones la del desempeño de la
profesión que para el caso nos interesa la del abogado de manera específica. Debo hacer mención que no tengo la mínima intención de involucrarme en el
tema académico de esta tarea, pues de ello se ha encargado el profesor
del curso con mucha mayor solvencia personal y profesional que el que
habla y menos aún si la única formación sobre el tema la tuve en mi etapa universitaria en la que por cierto mi promedio final en esta
materia fue 19 (en una escala de 0 a 20). Si vamos a hacer un esfuerzo
por entender, desde un punto de vista práctico lo que sucede en nuestra
realidad y creo que es el único aporte que puedo darles. En tal medida
y siempre dentro del marco teórico de la ética lo que debe ser dista
mucho de lo que es, la diferencia marca distancias entre personas y
sociedades. Desde un punto de vista esquemático, debo indicar que
nuestra profesión de abogados tiene estrecha relación con los colegas,
con nuestra orden y la sociedad. En el primer caso, debemos resaltar que nuestras relaciones con los demás
colegas son en su gran mayoría muy superficiales y casi siempre
conflictivas. La gente dice que es porque el ambiente conflictivo en que
nos desenvolvemos así lo obliga, lo cual es verdad; pero también creo
que lo es por la idiosincrasia que nos caracteriza. Somos seres con
muchos prejuicios y básicamente demasiado competitivos en el sentido de
querer ganar todo lo que nos proponemos aún cuando sabemos que no
tenemos razón. Y este aspecto es un aspecto que desgraciadamente no se
aprende en la Universidad sino en nuestro entorno familiar y social que
por ser una cadena, sensiblemente no es fácil de cambiar. En el segundo caso (nuestra relación con el Colegio Profesional que nos
agrupa), es más sensible aún, pues
existe una total indiferencia con la Orden, al punto que nadie
participa. Se elige cada año una junta directiva a iniciativa de un
grupo de colegas pero casi siempre el único que trabaja es el Decano.
Curiosamente, alguien le ha llamado al Colegio de Abogados
entretenimiento de jubilados y es que los decanos elegidos normalmente
tienen edad avanzada, lo que nos dice mucho sobre el particular. No hay
pues una presencia decidida y abierta de los colegas en este ámbito. En el tercer caso, nuestra condición es mucho más dramática, pues pese a
que la profesión del abogado es omnipresente, dado que no hay área en
la que se desenvuelve el ser humano en la que no tenga que ver el
abogado, nosotros no somos vistos de buena guisa, al punto que somos
objeto de infinidad de chistes cada cual más ácido que los demás.
Supongo que ustedes saben aquélla anécdota del abogado que da cuenta
que ya es abogado y le contestan; ‘en eso tenías que parar’; o la
diferencia del gallinazo y del abogado; o su semejanza con el plátano. Decididamente, nuestra posición en la sociedad no es muy respetable que
digamos al punto que muchas veces me he puesto a pensar porqué y las más
de las veces he optado por concluir porque no hay respeto al abogado
sino más bien miedo. De hecho, estos problemas no tienen fundamento en nosotros tan sólo, sino y
básicamente en una suerte de remolino en el cual estamos involucrados y
que por cierto tiene su origen en el mismo hombre. Desde que hubo
conflictos, hubo competencia y afán de superarlos a toda costa,
inclusive con la violencia. Por lo mismo, por su estrecha relación con
la evolución del hombre, no podremos cambiar esta realidad sino y tan sólo
cambiando al hombre. ¿Cómo se cambia al hombre? Pues, de muchas
maneras y una de ellas es estimulándolo al cambio y generalmente el
mejor estímulo es la educación y en ella, con especial énfasis en la
ética, en el sistema de valores que manejamos y sobre todo con el
ejemplo. Estoy seguro que la Universidad en la que se forman los nuevos
profesionales, tenemos una gran oportunidad y por ello es importante
remitirnos a ella, para procurar el cambio que se requiere. Debemos recordar que el problema del manejo ético de nuestras vidas es una
preocupación que nos persigue desde el inicio de nuestra existencia
como humanidad y es que los problemas siempre han estado allí.
Sensiblemente muy poco hemos avanzado en el aspecto ético y no será
por falta de estudios en la materia ni por la calidad de sus maestros.
Creo que se debe básicamente a la preponderancia que le prestamos al
aspecto material de nuestras vidas con descuido del aspecto moral. Por ello es que hoy he venido a pedirles un momento de reflexión sobre el
tipo de profesionales que ustedes quisieran ser, sobre la manera cómo
quisieran desempeñarse y sobre las maneras que se tiene para modificar
las estructuras morales que se manejan en la actualidad. No pidan que les indique las respuestas a estas situaciones, pues creo que
cada quien es el único llamado a responderlas; tampoco me pidan que les
aconseje cómo hacerlo, pues también es una situación de tipo personalísimo
en la que nadie más que uno está en condición de averiguarlo y es que
como vimos al inicio de mi
intervención para saber si mi actitud de no venir preparado a esta
conversación era mala o buena, no era necesaria orientación alguna,
dado que ese tipo de reacciones son automáticas o mejor dicho
instintivas que nacen de la propia naturaleza de nuestra condición de
humanos provistos de lo único que nos diferencia de los demás seres:
el espíritu. Aún así, pienso que debemos fortalecer nuestras aptitudes como para actuar
en función de las virtudes morales que los académicos de la materia se
han encargado de sistematizar para una mejor comprensión: la veracidad,
valentía, autodominio y justicia; impongamos nuestro criterio y sentido
común para aplicar estas dimensiones axiológicas en búsqueda de una
mejor relación entre colegas y el entorno en el que nos desenvolvemos;
quizá así mejore nuestra situación social pero sobre todo la
personal. Lamentablemente, el tema tiene mucho de abstracto y por lo mismo no me
resulta fácil explicar mi posición pero creo que un sólo aspecto
puede dar fe de la enorme importancia que la ética tiene en nuestro
desarrollo y es el hecho que se ha invertido ingentes cantidades de
recursos humanos y económicos para modernizar nuestros países sin que
se hubiere logrado tal objetivo, inclusive se han dado casos en que
estos recursos humanos se han apropiado de los recursos que servían
para combatir lo que ellos hicieron. Todo el mundo coincide en que si no
se eleva la moral de las gentes no saldremos del paso. El problema, es
que nadie quiere empezar a hacerlo. Esperamos que ustedes, en su condición
de nueva generación nos den y se den la pauta requerida. Se dirá que es algo muy difícil de lograr. Lo importante es que cada uno
cuando menos, tenga la satisfacción de sentir lo que es actuar con
probidad, buena fe, responsabilidad, etc. Sintiéndolo van a tener
oportunidad de transmitir a sus compañeros o a las nuevas generaciones
esa sensación de tranquilidad de espíritu que brinda el hacerlo. Muchas gracias.
(*) Abogado del foro cajamarquino que fue invitado por los alumnos de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Cajamarca, a un conversatorio sobre ética el día 22 de julio del 2002. |
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