Revista Jurídica Cajamarca |
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En los Alpes Suizo. |
Política de prevención del riesgo de mala praxisGenival Veloso de França (*) |
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Aunque
no exista una fórmula mágica e infalible para evitar la mala praxis,
se hace necesario aplicar todos los esfuerzos
en el sentido de crearse condiciones y mecanismos capaces de
contribuir de forma efectiva por lo menos en la disminución de esos
malos resultados, ya que no interesan a nadie. [1] La
primera providencia en este sentido es desarmar a las personas de un
cierto preconcepto de que el médico es responsable por todo resultado
atípico e indeseado en el ejercicio de la medicina, cuando algunas
veces es también de la víctima. Por eso, se impone centrar nuestra
comprensión en el montaje de un perfil epidemiológico del mal
resultado, en el sentido de apuntar no apenas su diagnóstico, sino
también fomentar la promoción de una política de conductas, medios y
mecanismos que sea eficaz en la corrección de estos desvíos. Cualquiera
que sea la propuesta en este sentido, mismo aquellas que traen embutidos
algunos intereses profesionales en el “gerenciamiento del riesgo”
por empresas especializadas, debe ser analizada como forma de contribución
a este problema. La
verdad es que la medicina actual nada más es que una sucesión de
riesgos. El gran arsenal tecnológico de que dispone, actualmente, la
Ciencia Médica trajo, para el hombre, provechos inestimables. Por otro
lado, ese nuevo orden no pudo evitar que surgiesen más accidentes en el
ejercicio de nuestra profesión. Vivimos la era del riesgo. El
accidente médico es, no pocas veces, inevitable e inesperado, y sus
causas son, desde el punto ponto de vista subjetivo, difíciles pero con
posibilidades de ser determinadas. Entretanto,
es necesario dejar bien claro que este proyecto no se destina apenas a
identificar los factores potenciales de riesgo frente a las demandas por
responsabilidad civil, penal y ético-administrativa, sino, sobre todo,
a mejorar las condiciones de trabajo médico y con perspectivas de vida
y de salud de la población. Factores
de Riesgo
Como
se ve en la práctica del ejercicio médico, muchos son los factores de
riesgo que llevan al mal resultado. Podemos clasificarlos como factores no asistenciales y factores
asistenciales. Entre
los factores no asistenciales vamos a destacar: 1. El sistema de salud. La primer cosa que llama nuestra atención en el ejercicio de la
medicina es lo destorcido y desorganizado que es el sistema de salud pública.
La llamada socialización de la medicina con la expansión de los
servicios de salud y la creación de las instituciones prestadoras de la
asistencia médica, colocó entre el médico y el paciente ciertos
conflictos, los cuales, casi siempre, cuentan con complejas
implicaciones de orden ética y legal. Por otro lado, las políticas
sociales y de salud no se realizaran como instrumento de redistribución
de la renta y de atenuación de las desigualdades sociales. No se
atiende al principio de la universalización y de la equidad, y pasan
lejos de la discusión y de la participación democrática de los
sectores organizados de la sociedad. El modelo de desarrollo económico
y social impuesto durante las cuatro últimas décadas se mostró
excesivamente concentrador, propiciando niveles de vida y de salud que
no corresponden a las necesidades de la población. Esto tubo un reflejo
muy negativo en la organización y en la estructuración de los
servicios prestadores de asistencia médica. Y es en este ambiente de
penuria y de precariedades que el médico ejerce sus actividades. 2.
La falta de compromiso del médico.
Hay motivos políticos y sociales que comienzan a exigir de los médicos
posiciones más coherentes con la realidad que se vive. Un modelo capaz
de revelar el mejor papel que esa postura desempeñe en el complejo
proyecto de derechos y deberes, y que pueda apuntar, con justicia y
acierto, el camino ideal en la realización del acto médico y en las
exigencias del bien común. Por eso el médico no puede quedar
indiferente, pues el ejercicio de la medicina es un acto político en
favor de la salud individual y colectiva y, también en la tentativa de
busca de la ciudadanía. El propio Código de Ética del médico debe
estar dirigido para eso, si no, qué ética es esta que no ve tales
necesidades, principalmente cuando ellas alcanzan los más
desfavorecidos y los más necesitados, tantas veces desheredados de la
suerte? Por lo tanto, es
deber del médico luchar organizadamente en favor de las mejores
condiciones de atención y no considerar la enfermedad como un resultado
de la fatalidad. No basta modificar la relación entre el hombre y la
naturaleza, sino, también, mudar las relaciones sociales. 3.
La no-participación de la
sociedad. Esta, por su vez, también debe comprender que la cuestión
de la mejoría de las condiciones de salud y de los niveles de vida no
debe concentrarse apenas en las manos de los médicos.
Es preciso que la sociedad se manifieste siempre que sea
necesario, haciendo ver su inconformismo y su revuelta contra la
disparidad reinante entre las condiciones de salud de la colectividad y
las disponibilidades cada vez más crecientes de la ciencia y de la
tecnología. Debe entender aún que la lucha contra el mal resultado en
la asistencia médica pasa por propuestas y encaminamientos de las políticas
sociales públicas y que ese resultado tan indeseado no tiene como causa
única la mala praxis de los médicos.
Por eso cuando vemos los movimientos de organización y de
movilización de los segmentos sociales contra la “mala praxis” no
podemos quedar ajenos a eso, desde que tal encaminamiento tenga como
propuesta la prevención de resultados indeseables y no el simple deseo
de venganza patrocinado por parientes de las
víctimas de resultados atípicos.
El ideal sería que esos grupos se aliasen a los médicos y a
todos aquellos que se interesan por la lucha en favor de la buena
asistencia médica, pues ahí se concentra ciertamente la base para una
política de prevención de riesgos de malos resultados. 4.
La no-revisión del aparato
formador. Ningún analista de esta cuestión deja de señalar el
nivel de la enseñanza médica brasileña como uno de los causadores de
la sufrible formación profesional por la mayoría de las escuelas médicas
y, consecuentemente, factor preponderante en la eclosión del mal
resultado. Además de las pésimas condiciones de enseñanza y
aprendizaje, de los bajos salarios de los profesores, de la falta de una
estrategia para un perfil del médico que se necesita y de la falta de
recursos para la investigación y la extensión, no existe una revisión
sobre esa calidad de enseñanza, sino tan solamente las decisiones
precipitadas e irresponsables de creación de nuevas escuelas médicas.
Además de esto, las maniobras astutas de empobrecimiento de las
escuelas con el propósito de colocarlas en el paquete de las
privatizaciones inconsecuentes, lo que,
por lo menos, sugiere complicidad. 5.
La falta de enseñanza continuada.
Entre nosotros no es exagerado afirmar que para ejercer la profesión médica
no basta una habilitación legal, representada por un título y su
registro en los Consejos de Medicina. Es necesaria la continuada
habilitación profesional constituida de un permanente aprendizaje. La
verdad es que no existe entre nosotros ninguna norma o ninguna exigencia
obligando al médico a actualizarse siempre. Es también rarísima la
institución pública o privada que se dedique o que presente con un
proyecto dedicado a la enseñanza continuada, dando oportunidad de
reciclaje médico o estimulando al profesional en la perspectiva de
acompañar razonablemente los pasos de su ciencia. 6.
La precaria fiscalización del ejercicio profesional. Aunque los
Consejos de Medicina tengan como objetivos primeros las tareas pedagógicas
y doctrinarias, no se puede omitir como papel significativo la
fiscalización del ejercicio de la medicina, como forma de ajustar al
profesional a los dictámenes consagrados en su Código de Ética,
“cabiéndole cuidar y trabajar por todos los medios a su alcance, por
el perfecto desempeño ético de la medicina y por el prestigio y buen
concepto de la profesión y de los que la ejerzan legalmente”.
Los Consejos no pueden quedar apenas en las interminables
reuniones donde son discutidos asuntos de menor interés o de destinarse
tan solamente a la expedición de libretas. Deben partir para una
ofensiva más positiva, al ejemplo de algunas Regionales que están
yendo a los establecimientos de salud para verificar la calidad de la
asistencia. En
lo tocante a los factores asistenciales podemos señalar: 1.
El desgaste de la relación médico-paciente.
No es sólo por el hecho de parar la demanda judicial por mala praxis,
pero todos saben que una buena relación entre el médico y su paciente
es una forma de mejor entrelazamiento, de mejor percepción de los
problemas del asistido y una manera de estimular el interés y la
dedicación profesional. Una relación médico-paciente amistosa deja al
asistente e al asistido en condiciones de ejercer tranquilamente sus
papeles. Infelizmente, por razones de las más variadas, esta relación,
aunque no de manera generalizada, viene transformándose en una
tragedia, o por lo menos, en un encuentro desconfortable.
Lamentablemente, la deterioración de la relación médico-paciente se
presenta como el motivo más fuerte del aumento de acciones de
responsabilidad profesional. Hay que encontrar un camino para invertir
esta situación y hacer con que esta relación vuelva a ser la cualidad
que colocó a la medicina en un lugar de respeto y consideración. 2. La falta de condiciones de
trabajo. Nadie desconoce también que muchos de estos malos resultados tengan como
origen las pésimas y precarias condiciones de trabajo, en una atención
a la salud cada vez más decadente y anárquica como proyecto, mismo que
tengamos un número razonable de médicos con relación a nuestra
población. Los servicios públicos, con honrosas excepciones, están
desmantelados por una política dirigida por la propia estrategia de
poder, como forma deliberada de desmoralizarlos y entregarlos a la
iniciativa privada, a ejemplo de lo que se está haciendo
precipitadamente como política de privatización. La verdad es que los
profesionales de la salud sienten en su día a día, cada vez más,
dificultades para ejercer sus actividades, frente a las indigentes
condiciones de trabajo. En este escenario perverso, es fácil entender
lo que está aconteciendo en los locales de trabajo médico, donde se
multiplican los daños a las víctimas, y donde lo más fácil es culpar
a los médicos como primeros responsables. 3. El abuso de poder. Es
necesario, también, saber si el profesional actuó con la cautela
debida y, por lo tanto, descaracterizada de precipitación, de
importunismo o de insensatez. una de las formas más comunes de desvío
de poder es la práctica médica realizada por profesionales que no están
capacitados para realizar determinada especialidad médica. Otra forma
condenable y por eso agravante en una evaluación por supuesta mala
praxis es el procedimiento desnecesario. 4. La
falsa garantía de resultado. Mismo
que el médico deba ser optimista cuando participa junto al paciente, él
no debe garantizar ciertos resultados, principalmente si este
procedimiento es complejo y de riesgo, como en la cirugía estrictamente
estética. Lo que se recomienda es el uso adecuado de los medios y
conductas que favorezcan al paciente y una palabra de estímulo que no
signifique promesa, pues en determinados instantes esta garantía de
resultado siempre favorable significa una violación al deber de
informar debida y correctamente. 5. La falta del consentimiento esclarecido.
Con el avance cada día más elocuente de los derechos humanos, el acto
médico, como regla, sólo alcanza su verdadera dimensión y su
incontrastable destino cuando se tiene el consentimiento del paciente
o de sus responsables legales. Así, grosso
modo, todo procedimiento profesional necesita de una autorización
previa. Además,
se exige no sólo el consentimiento puro y simple, sino el o consentimiento
informado.
Se entiende como tal, el consentimiento obtenido de un individuo
civilmente capaz y apto para entender y considerar razonablemente una
propuesta o una conducta, exenta de coacción, influencia o inducción.
No puede ser obtenido a través de una simple firma o de una lectura
apurada en textos minúsculos de formularios a camino de la sala de
operaciones. Al contrario, por medio de lenguaje accesible a su nivel de
convencimiento y comprensión (principio
de la información adecuada). Mismo que el consentimiento informado
sea un instrumento de defensa ante una alegación de mala praxis, el
mismo tiene como sentido mayor la dignificación de la persona. El
consentimiento no es un acto irretractable y permanente (principios
de la revocabilidad y de la temporalidad). Por otro lado, debe
quedar bien claro que el hecho de tener un consentimiento informado,
esto, por si sólo, no exenta al médico cuando existen otras faltas en
el cumplimiento de los deberes de conducta. 6.
El llenado inadecuado de las
historias. Uno de los elementos más valorizados cuando se hace la
evaluación de un caso de mala praxis, es la historia del paciente. En
este documento deben estar de forma legible no apenas la anamnesia, sino
todo el conjunto de documentos padronzazo, ordenado y conciso, referente
al registro de los cuidados médicos prestados y a los documentos
juntados. Consta del examen clínico, sus fichas de evolución y de
prescripción terapéutica, los informes de enfermería, los informes de
la anestesia y de la cirugía, la ficha de registro de resultados de exámenes
complementarios y, mismo hasta copias de certificados y solicitaciones
de exámenes. Constituye la historia un verdadero dossier que tanto
sirve para análisis de la evolución de la enfermedad, como para fines
estadísticos que alimentan la memoria del servicio y como defensa del
profesional, caso sea responsabilizado por algún resultado atípico e
indeseado. Por lo que vimos, su inexistencia o su llenado incompleto
puede transformarse en un factor negativo en los procedimientos de
prueba. Creemos que la historia es la mejor arma cuando se realiza una
evaluación judicial. 7. La precaria documentación de
los procedimientos. Todo
proyecto de gerenciamiento o administración del riesgo de mala praxis
debe contar con orientación adecuada de la documentación de los
procedimientos realizados. No es demás decir que en nuestro sistema de
proceso es siempre muy importante la prueba documental. Como las
acciones judiciales son muy morosas, y como los demandantes tienen un
plazo hasta cierto punto largo, para pleitear la acción, es importante
que todos los documentos referentes a la asistencia discutida sean
guardados, por lo menos por diez años para las exigencias del Consejo
Federal de Medicina y de veinte años para la prescripción de la
obligación contractual. 8. El abandono del paciente. La
regla es que el médico no puede abandonar su paciente, a no ser en
situaciones muy especiales, anotadas en el artículo 61 del Código de
Ética Médica, donde puede hasta renunciar al tratamiento, desde que
eso sea llevado al conocimiento de su asistido o de sus familiares, y
que no haya perjuicio con esa separación. Por otro lado, es muy natural
que en una relación profesional, no existiendo más la confianza del
paciente, o cuando él no atiende las recomendaciones y las
prescripciones médicas, lleguen a un acuerdo, a través del cual el médico
sea dispensado de su asistencia.
NOTA: [1]
Resumen de la conferencia pronunciada en las “Jornadas de Gestión
Riesgos Médico Legales para Clínicas y Hospitales”, realizadas en
Santiago do Chile, de 22 a 23 de marzo de 2002.
(*) Médico, Profesor, conferencista internacional en Derecho Médico, Titular de Medicina Legal Universidad Federal da Paraíba - Brasil; Profesor Titular de Medicina Legal Escuela Superior de la Magistratura, Paraíba - Brasil; Vice-Presidente de la Sociedad Brasilera de Medicina Legal; Socio Fundador y Miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Iberoamericana de Derecho Médico. Profesor Visitante Universidad Estadual de Montes Claros - Minas Gerais - Brasil. Autor de diversos libros y publicaciones en materia de Derecho Médico. Presidente Honorario de la Sociedad Brasilera de Derecho Médico(SODIME) Dirección del autor: Calle Santos Coelho Neto, 200 – Apt. 1102 58038-450 – João Pessoa – Paraíba E-mail: gvfranca@openline.com.br http://www.direitomedico.com.br/genival http://www.openline.com.br/~gvfranca |
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