Revista Jurídica Cajamarca | |||
Liderazgo moral (*)Eloy AnelloJuanita de Hernández (**)
|
SUMARIO: I. La crisis
de nuestros tiempos. II. Modelos mentales prevalecientes. III. Elementos
del marco conceptual del liderazgo moral. Conclusiones. Anexo: Diseño para
la sociedad del futuro
I. LA CRISIS DE
NUESTROS TIEMPOS
1. UN PANORAMA DE NUESTRA EPOCA Vivimos una
época en que el mundo ha atestiguado cambios dramáticos y acelerados que
han alterado profundamente la naturaleza de la sociedad y la han sumergido
en un estado de ansiedad y confusión sin precedentes; una época en que
podemos observar la rápida desintegración de las estructuras mismas de la
civilización; una época en que cabalmente nos estamos dando cuenta de la
situación peligrosa del ambiente y la extrema disparidad social que han
sido creadas mediante la aplicación de modelos de industrialización y
crecimiento económico mal concebidos e irresponsables; una época en que
ideologías arraigadas y acariciadas visiones de sociedades utópicas han
demostrado ser falsas y ahora están siendo abandonadas; una época en que a
pesar de nuestros grandes avances científicos y tecnológicos, cada día
aproximadamente 40.000 niños mueren de enfermedades prevenibles; una época
de creciente pobreza, violencia y falta de esperanza. La desunión
es el punto central de los problemas que tan severamente afligen al
planeta. Penetra las actitudes en todos los aspectos de la vida.
Los seres
humanos han olvidado, al parecer, su compromiso con los principios y
valores morales; lo que ha dado comienzo a un proceso de desintegración en
el cual los nervios de la disciplina gradualmente se relajan, la voz de la
conciencia se calla, se oscurece el sentido de la decencia y la vergüenza
y los conceptos del deber, la solidaridad, la reciprocidad y la lealtad se
desvían. Esto se evidencia en la lasitud ética y la corrupción entre los
funcionarios en todos los niveles de la sociedad, tanto en las
instituciones públicas como privadas. De hecho,
podemos decir que a nivel colectivo, la desunión, y a nivel individual, la
corrupción y la falta de una moral elevada, están en el corazón mismo de
la crisis global actual. 2. LA DINAMICA SOCIAL DE ESTA
EPOCA Esta edad,
suponemos de transición, está caracterizada por dos procesos paralelos que
moldean dramáticamente el destino de la humanidad y el curso de la
historia. Estos procesos gemelos han sido denominados “desintegración” e
“integración”. Aunque
aparentan ser diametralmente opuestos uno a otro, en realidad se
complementan. El proceso de
desintegración nace de la
insuficiencia de las estructuras sociales y sistemas de pensamiento,
anticuados para responder a los procesos de cambio acelerado y la creciente crisis global que ha
experimentado la humanidad durante el siglo pasado. El proceso de la integración se origina en
aquellas acciones que son una expresión de una creciente conciencia de la
necesidad de unidad en todos los ámbitos de la vida, una conciencia que
está acorde con el espíritu de la época. La acción de estos procesos
gemelos libera fuerzas que son tanto destructivas como constructivas. A
medida que estas fuerzas aceleran y amplían el alcance de su impacto,
producen cambios profundos en la vida ordenada de la humanidad. Estos
cambios inspiran tanto temor como esperanza por el futuro. Todos estamos
muy familiarizados con los problemas que provocan o que son consecuencias
del proceso de la desintegración. El prejuicio, la opresión de las
minorías, los extremos de riqueza y pobreza, la destrucción del medio
ambiente, las enfermedades y las altas tasas de mortalidad, la
delincuencia y el crimen, la corrupción e inmoralidad, y los sentimientos
de desesperanza y de falta de significado en la vida, no son sino algunos
de los ejemplos obvios. En todas
partes del mundo hay cada vez más evidencias del vasto proceso de la
integración. Mientras que el proceso de la desintegración ha estado
limpiando el terreno, ha habido un surgimiento simultáneo de nuevos tipos
de integración. Existen muchos ejemplos de este fenómeno. El más
sobresaliente es el de las Naciones Unidas y sus diversa agencias, que han
trabajado para iniciar y sostener esfuerzos de colaboración a nivel
internacional en respuesta a las múltiples necesidades de la comunidad
mundial. El establecimiento de alianzas económicas en diferentes regiones
del mundo también son expresiones de la integración, que bien pueden
representar un preludio esencial hacia la evolución de un orden económico
más justo a escala global. 3. LA NECESIDAD DE LIDERAZGO
MORAL Las
organizaciones que están haciendo esfuerzos por resolver los problemas
complejos que afligen a los pueblos del mundo han descubierto que los
medios científicos, tecnológicos y políticos no son suficientes por sí
solos. En el corazón de la crisis global que atormenta a la humanidad, hay
una crisis fundamental de valores, que se manifiesta en las esferas sociales, económicas, políticas y
ambientales de la vida humana. Esta crisis
de valores es parte de la causa subyacente que genera el vacío en el
liderazgo moral, el cual se presenta en todos los niveles de la
sociedad. En resumen,
no son ni el dinero, ni la capacidad organizativa, ni siquiera los
conocimientos, los que faltan para mejorar el mundo, sino el liderazgo
moral necesario. Sin embargo,
es necesario definir claramente en qué consiste el liderazgo moral.
Proponemos que el liderazgo moral ha de ser un liderazgo que está
plenamente consciente de las dinámicas de desintegración - integración que
caracterizan a nuestra época y que conscientemente se alinea con los
procesos de integración; tener una visión clara de la sociedad que desea
crear y de algunas de las estrategias que ayudarán a lograrla, y en base a
esta visión y a estas estrategias, luchar activamente para construir una
sociedad mejor; llevar un profundo compromiso personal de luchar por la
transformación individual por medio del desarrollo y ejemplificación de
una vida basada en principios éticos y morales, caracterizado por
cualidades tanto de la rectitud como la bondad, y de luchar por una
transformación colectiva por medio de acciones que promueven la unidad y
la justicia. Lo propuesto aquí es a manera de propuesta base o punto de
partida sobre el cual podrá elaborarse una definición completa de
liderazgo moral; como paso previo a esta tarea debemos examinar los
modelos prevalecientes, modelos mentales de liderazgo en los procesos de
la transformación personal y colectiva.
II.
MODELOS
MENTALES PREVALECIENTES
1. MODELOS PREVALECIENTES DE
LIDERAZGO Al hablar del
liderazgo, siempre debemos hacerlo en el marco del funcionamiento de un
grupo. El liderazgo no puede existir en un vacío. Existe en el contexto de
un grupo. Las tres
funciones principales de cualquier grupo, las cuales contribuyen a su buen
funcionamiento, son: 1) Conservar
y fortalecer la unidad del grupo; 2) Llevar a
cabo las tareas para las cuales el grupo fue creado; 3)
Desarrollar las potencialidades de los miembros del grupo. Los
diferentes modelos de liderazgo pueden ser evaluados según el grado en que
contribuyen al logro de estas funciones. Podemos
clasificar a los modelos mentales prevalecientes del liderazgo en cinco
categorías principales: autoritario, paternalista, sabelotodo, manipulador
y democrático. Durante el seminario 331 de Salzburgo, que se llevó a cabo
en Austria en 1995 sobre el tema de “EL LIDERAZGO: CONCEPTOS Y DESAFIOS”,
se realizó una sencilla encuesta sobre el predominio de estos cinco
modelos mentales del liderazgo en los 35 países de donde provenían los 72
participantes. La encuesta reveló que estos cinco modelos son muy
prevalecientes en los 35 países, lo cual indica que son comunes en
diversos entornos culturales. A
continuación se describirá brevemente cada modelo: A) EL LIDER AUTORITARIO
El líder
autoritario da órdenes. Espera una obediencia inmediata, exacta y sin
cuestionamiento a su autoridad. Evita el diálogo y no permite que nadie le
pida una explicación acerca de sus órdenes. El prototipo del líder
autoritario se encuentra en las organizaciones militares, aunque el
liderazgo autoritario también es común en las relaciones
patrón-obrero. Los
subordinados de un líder autoritario generalmente sienten resentimiento,
el cual puede ser expresado de manera abierta o indirecta. Cuando el
resentimiento se manifiesta de manera abierta, eventualmente puede llevar
a la rebeldía o la sublevación. Cuando el resentimiento no se expresa, la
conformidad y aparente sumisión pueden caracterizar a la relación.
Tal como fue
en los días de la esclavitud, el obrero dice “Sí, patrón”. Sin embargo,
detrás de su aparente sumisión, a menudo existe una resistencia pasiva que
socava el trabajo que hay que hacer. Muchas veces surgen problemas
“misteriosos” que obstruyen el trabajo y para los cuales no se encuentra
un responsable. Es común que las tareas se lleven a cabo lentamente y la
iniciativa es virtualmente desconocida. B) EL LIDER PATERNALISTA
Un individuo
que ejerce un modelo paternalista de liderazgo puede sinceramente desear
el bienestar de los otros miembros del grupo y estar motivado por un
verdadero sentimiento de cariño hacia ellos. El puede tratar a los otros
miembros, por tanto, como un padre trataría a sus hijos, o más bien como
un padre sobre protector trataría a sus hijos. El los cuida, los protege,
quita todos los obstáculos de su camino, hace cosas para ellos y les dice
que no se preocupen porque él ya ha resuelto todo para ellos. A veces
puede preguntar a los miembros del grupo sus opiniones y dar una impresión
externa de ser un líder democrático, pero en el análisis final es él quien
finalmente toma la decisión. El líder paternalista no ayuda a los miembros
del grupo a desarrollar sus propias capacidades. Probablemente no piensa
que ellos tengan muchas capacidades. Más bien, él siente satisfacción al
saber cuán necesario es para los otros miembros del grupo. Mientras el
líder paternalista está respondiendo activamente a las necesidades de los
demás miembros del grupo, puede parecer que exista la unidad en el grupo y
que las tareas se lleven a cabo competentemente. Pero en realidad, el
trabajo no lo hace el grupo. Todo depende del gran “padre-líder”. Por lo tanto,
el liderazgo paternalista básicamente cultiva actitudes de dependencia y
desvalimiento que paralizan la iniciativa creativa y el sentido de
responsabilidad personal. Como consecuencia, cuando este tipo de líder se
va, el grupo tiende a desbaratarse, porque ningún otro miembro del grupo
tiene la capacidad, conocimiento, experiencia o iniciativa para tomar su
lugar. C) EL LIDER SABELOTODO
Este modelo
de liderazgo a menudo ocurre cuando existe una marcada diferencia entre
los conocimientos o experiencia de un individuo y aquellos de los otros
miembros del grupo. Como
resultado, la persona con mayor conocimiento trata de dominar al grupo en
base a sus conocimientos superiores. Este modelo de liderazgo a menudo se
ve en los círculos académicos, entre los maestros, consultores y asesores
técnicos, y otras personas que se ganan la vida compartiendo sus
conocimientos. En su relación con el grupo, el líder sabelotodo aprovecha de cada oportunidad para
jactarse de sus conocimientos, estudios o experiencia previa. Le gusta
hablar de sus habilidades. A la vez, muchas veces trata de disminuir la
credibilidad de otros miembros del grupo al ridiculizar de manera sutil
sus ideas y sugerencias, haciendo bromas acerca de estas contribuciones
Esta actitud
de superioridad tiende a crear sentimientos de inferioridad entre los
miembros del grupo. Como resultado, aunque el líder solicite las opiniones
de ellos, muchas veces son renuentes a dar sus ideas por temor a que
tengan poco valor, comparadas con los conocimientos superiores del
“experto”. Así, se pierde la riqueza del conocimiento vivencial que el
grupo pueda tener con respecto al tema, y el líder sabelotodo a menudo se
desanima, quejándose que nadie participa ni contribuye. La falta de
integración entre el líder y los otros miembros del grupo afecta tanto la
unidad del grupo como la ejecución de sus tareas. D) EL LIDER MANIPULADOR
Los que
practican los tres modelos anteriores de liderazgo quizás sean sinceros en
su deseo por ayudar al grupo o estimular su participación, sin darse
cuenta de cómo sus propias actitudes de superioridad obstruyen su
capacidad de hacerlo. En contraste a ellos, el líder manipulador sólo
aparenta pensar en el bienestar de los demás, para esconder sus verdaderos
motivos e intereses personales. A menudo las
personas responden a este tipo de liderazgo, que es muy común en la
política, con desilusión y falta de confianza. Cuando las personas se dan
cuenta de que han sido manipuladas, frecuentemente se vuelven cínicas y
desconfían de cualquier organización o proyecto posterior que ofrece
ayudarle. Después de
que se haya dañado seriamente el espíritu de cooperación en un grupo o una
comunidad, como resultado de confiar en las falsas promesas de un líder
manipulador, tiende a ser sumamente difícil recuperar la confianza de la
gente. DESVENTAJAS COMUNES DE LOS MODELOS PREVALECIENTES DE LIDERAZGO
Aunque
aparentemente hay muchas diferencias entre estos cuatro modelos mentales
de liderazgo, en el fondo tienen bastante en común. Todos tratan de
dominar al grupo por medio de controlar el proceso de la toma de
decisiones, ya sea a través de la fuerza de la autoridad, el “cariño”, el
conocimiento o la manipulación. El empeño de mantener el control por medio
del dominio, en el análisis final, responde a una necesidad egoísta del
poder. Además,
ninguno de estos modelos de liderazgo son medios eficaces para cumplir con
las tres funciones principales de un grupo, que se mencionaron al comienzo
de este capítulo. Los cuatro
modelos ignoran por completo la tarea de desarrollar las potencialidades
de los miembros del grupo, por medio de ayudarles a cultivar nuevas
capacidades y de mejorar su práctica de aquellas que ya tienen. Por otra
parte, las reacciones que provoca cada uno de estos modelos de liderazgo
en el grupo tienden a destruir el potencial inherente del grupo: el
resentimiento y la rebelión bloquean los esfuerzos positivos; la
dependencia paraliza la iniciativa creativa; los sentimientos de
inferioridad socavan la confianza en los conocimientos y habilidades
propios; y la falta de confianza destruye la base de los esfuerzos
cooperativos. Sin una
unidad de pensamiento y visión, es imposible que cualquier grupo trabaje
unida de manera cooperativa y coordinada. El liderazgo autoritario,
sabelotodo o manipulador tiende a alienar a los miembros del grupo de sus
líderes, provocando así la desunión. Un liderazgo paternalista puede
fomentar una unidad superficial, la cual quizá incluya sentimientos
positivos entre los miembros del grupo y el “padre”. Pero la relación de
dependencia y la relativa falta de responsabilidad de los miembros del
grupo no dan a este tipo de liderazgo el efecto potencializador de una
verdadera unidad entre iguales. E) EL LIDER
DEMOCRATICO
Aquellos que
han reconocido la necesidad de transformar a los cuatro modelos mentales
prevalecientes del liderazgo que examinamos, en un nuevo modelo de
liderazgo, muchas veces ensalzan el concepto del liderazgo democrático
como el nuevo método de liderazgo que se debería promover. Por eso, ahora
examinaremos brevemente los pro y los contra del concepto de liderazgo
democrático, tal como se práctica comúnmente, para ver si responde
adecuadamente a los desafíos de nuestra época.
Dos
características distintivas del liderazgo democrático son su compromiso
con el proceso de elecciones y con los procesos participativos en la toma
de decisiones. El líder
democrático es elegido por los miembros del grupo, lo cual muchas veces
significa que él tiene la obligación de representar las ideas e intereses
de sus electores. El liderazgo democrático también estimula la
participación y el libre intercambio y debate de las ideas. Aunque por
definición todos los líderes democráticos son elegidos, una vez que asumen
una posición de liderazgo, algunos adoptan características de los otros
modelos prevalecientes de liderazgo y tratan de dominar los procesos de la
toma de decisiones. Esto sucede, a menudo, cuando un miembro del grupo es
elegido “presidente”. Otros, a
pesar de su posición, tratan de ser participativos y trabajar con los
demás miembros del grupo como colegas. Sin embargo, las discusiones a
menudo se estancan en el debate entre facciones opositoras. Para evitar
estos problemas y para que la participación dé los frutos de la sinergia,
la persona en la posición de liderazgo ha de: 1)
Considerarse más como un coordinador del grupo que su líder, evitando usar
su posición para tomar crédito para sí mismo, sino más bien, buscando
oportunidades de reconocer las contribuciones de otros miembros del grupo
y permitiendo que ellos reciban crédito por lo que el grupo hace. 2) Ayudar a
todos los miembros del grupo a comprender las ventajas de buscar
soluciones que beneficien justamente a todos, en vez de luchar por la
ventaja personal o individual. 3) Esperar
hasta que los demás hayan dado sus opiniones antes de proponer la propia,
ofreciéndola en este momento con un espíritu de humildad y como una
contribución a la consulta general, no como una conclusión
definitiva. 4) Resumir
periódicamente las opiniones dadas, señalando las diferentes alternativas
que han surgido, o las posibilidades de consenso que van apareciendo,
guiando de esta manera al grupo hasta que llegue a un acuerdo. 5) Tratar de
involucrar a todos en el trabajo que hay que hacer, dando a todos los
miembros la oportunidad de adquirir nuevos conocimientos, experiencias y
capacidades. Cuando el
coordinador desarrolla y practica estas actitudes y destrezas, los
miembros del grupo disfrutan de trabajar juntos, ya que se toman en cuenta
sus ideas y se reconoce el valor de cada persona y sus contribuciones. En
estos grupos se descubre que las prácticas que contribuyen hacia el
desarrollo de las potencialidades de los miembros, hacia la unidad y hacia
una mejor ejecución de las tareas del grupo, no son antagónicas, sino más
bien, complementarias y a menudo la una refuerza a la otra. ALGUNOS PROBLEMAS RELACIONADOS CON EL LIDERAZGO DEMOCRATICO En la
actualidad, el liderazgo democrático está de moda y si se hiciera una
encuesta, probablemente se descubriría que la mayoría de los líderes de
casi cualquier tipo de organización dirían que son democráticos. Sin
embargo, detrás de una pseudo democracia a menudo se esconde algún grado
de autoritarismo, tal como ocurre en los modelos de liderazgo
paternalista, sabelotodo y manipulador, en los cuales el líder continúa
sintiéndose superior a todos los demás y continúa controlando el proceso
de la toma de decisiones de una manera u otra. El concepto
de liderazgo democrático frecuentemente se limita al ámbito de liderazgo
formal. De hecho, para muchas personas la idea de liderazgo democrático no
va mucho más allá de permitir que los miembros tengan la oportunidad de
votar por los que serán líderes del grupo y darles la oportunidad de
expresar sus opiniones, aunque estas raras veces se toman en cuenta. En la mayoría
de los casos, el líder democrático no llega al punto de ver su papel como
el de un coordinador que ayuda a que el grupo llegue a un consenso y mucho
menos de un facilitador que apoya a los otros miembros para desarrollar
sus capacidades. Además,
muchas veces se discute sobre cuán representativo es en verdad el líder
democrático. Aunque todos votan para elegirlo, ¿quiénes seleccionan a los
candidatos entre los cuales hay que elegir? Y ¿cómo son
seleccionados? El sistema de
las nominaciones, propaganda y campañas generalmente no favorece a
candidatos honestos, que se caracterizan por el espíritu de servicio. Más
bien favorece a aquellos candidatos que se caracterizan por un
comportamiento egocéntrico y el amor por el poder, que dicen y creen que
“yo soy el mejor” y quienes harán cualquier cosa que sea necesario para
ganar. Creemos que éstas no son las características del tipo de líder que
necesitamos hoy en día. Como resultado, con demasiada frecuencia ninguno
de los candidatos elegibles es realmente digno. Además, a
veces la idea de representar los intereses del grupo que ha elegido a la
persona se lleva hasta los extremos haciendo que haya una interpretación
mezquina, donde la persona elegida busca promover los intereses de sus
electores a cualquier costo, aun cuando estos perjudican el bienestar de
la totalidad. Pero el hecho es que vivimos en una sociedad que es
interdependiente y en la cual el bienestar de la totalidad es necesario
para el bienestar de cada parte y el bienestar de cada parte contribuye al
bienestar de la totalidad. A la larga, la falta de una conciencia de esta
interdependencia y las decisiones miopes y egoístas a que esto lleva,
afecta de manera adversa a todos los involucrados, incluyendo al grupo que
originalmente podría haberse beneficiado por una decisión. En
conclusión, el concepto de liderazgo democrático toma varios pasos en la
dirección correcta, pero todavía está incompleto, sujeto a la
manipulación, capaz de ser mal usado y demasiado a menudo limitado a
aquellos que tienen alguna posición de liderazgo formal en la esfera
política. ¿Qué pasa con la vasta mayoría de las personas que no tienen una
posición formal? ¿Acaso ellas no pueden ejercer liderazgo en la sociedad?
Para poder
dar una respuesta positiva a estas preguntas, proponemos ir más allá del
liderazgo democrático, y desarrollar un nuevo marco conceptual de
liderazgo que sea adecuado para enfrentar los desafíos del mundo de hoy.
Estamos hablando del marco conceptual del liderazgo moral, basado en el
desarrollo de las capacidades. III. ELEMENTOS DEL MARCO CONCEPTUAL DEL LIDERAZGO MORALLA
NECESIDAD DE UN NUEVO MARCO CONCEPTUAL DE LIDERAZGO
Los modelos
mentales de liderazgo que tiene la mayoría de las personas son los
productos de un largo proceso y complejo de socialización que comienza
durante la infancia. Durante este proceso, las personas adoptan
inconscientemente y sin cuestionamiento los modelos mentales que
prevalecen en la sociedad y ni siquiera se dan cuenta de que los poseen.
Luego, nuestros modelos mentales llegan a ser los lentes a través de los
cuales percibimos e interpretamos la realidad, y tendemos a pensar que la
forma en que nosotros percibimos las cosas es la realidad. En otras
palabras, creemos que la realidad funciona tal como la describen nuestros
modelos mentales. A causa de ello, cuando surge alguna evidencia que
contradice nuestros modelos mentales, tenemos la tendencia de no verla, o
buscamos una racionalización que desacredita tal evidencia como falsa e
insignificante. Los modelos
mentales son causas determinantes en el comportamiento humano porque
estructuran la forma en que pensamos y actuamos. Esta no es una idea
nueva, sino más bien, una bastante antigua que aún es verdad. “El hombre
es tal como piensa”, afirmó Jesús de Nazaret hace casi dos mil años. Hoy
día la psicología cognoscitiva ha demostrado la relación causal entre la
forma de pensar del hombre y su comportamiento. Los pensamientos son como
semillas que dan frutos. Así, si una persona desea cambiar o transformar
su comportamiento, hace sentido que comience por cambiar esos modelos
mentales que generan y sostienen los patrones de comportamiento que él
desea cambiar. Si los modelos mentales no se transforman, los cambios que
logra en el comportamiento probablemente serán de corta duración. Porque
al fin y al cabo, el comportamiento de uno tiende a conformarse a sus
modelos mentales. El primer
paso en el proceso de transformar un modelo mental consiste en darse
cuenta de la existencia de dicho modelo. Sin embargo, no será suficiente
sólo sacudir el suelo en que hemos caminado. También es necesario buscar y
conscientemente establecer una nueva base para nuestro comportamiento.
Pero, si constatamos que nuestro modelo mental es el adecuado sólo nos
quedará reforzarlo. En ambos casos, es indispensable establecer un marco conceptual. La construcción
y adopción de un marco conceptual es un ejercicio consciente y deliberado
para el cual debemos utilizar nuestros mejores recursos intelectuales y
espirituales. En las
siguientes secciones proponemos seis elementos que consideramos esenciales
para un nuevo marco conceptual del liderazgo moral. Dado que estos
elementos están relacionados sistemáticamente, es difícil hablar de uno
sin referirse a los otros. Por lo tanto, primero mencionaremos los seis
elementos y luego exploraremos la importancia e implicancias de cada
uno: 1. La creencia en la nobleza esencial
del ser humano, 2. El liderazgo orientado hacia el
servicio, 3. El propósito del liderazgo: la
transformación personal y social, 4. La responsabilidad moral
fundamental de investigar y aplicar la verdad, 5. La trascendencia, y, 6. El desarrollo de capacidades. 1. LA CREEENCIA EN LA NOBLEZA ESENCIAL
DEL SER HUMANO Los supuestos
de un gerente, afirma Douglas McGregor, con respecto a la naturaleza
humana influencian muchísimo su enfoque de la administración de los
recursos humanos. El concepto de las personas acerca de lo que significa
un ser humano, ya sea sano o torcido, determinará la manera en que se
perciben a sí mismos y afectará la valoración que ellos tendrán del
potencial humano. En otras palabras, su comprensión de la naturaleza se
aplicará a todos, incluyéndose a sí mismos. Básicamente,
a los seres humanos se los ve como: 1) de raza superior o inferior
(racismo), 2) animales racionales (mono desnudo), 3) productos o víctimas
de fuerzas que están más allá de su control dentro de la sociedad
(determinismo), 4) seres nacidos en el pecado y destinados a ser pecadores
porque “el espíritu está dispuesto pero la carne es débil” (pecadores), 5)
seres esencialmente nobles (nobleza esencial del ser humano). Los que creen
o reconocen la nobleza esencial del ser humano pueden o no tener una
orientación religiosa. Aquellos que la tienen, y son de una tradición
cristiana-judía, tienden a enfatizar la creencia que el hombre fue “creado
a la imagen y semejanza de Dios”, y que el propósito de la vida es
desarrollar aquellos atributos espirituales tales como el amor, la bondad,
la unidad, la justicia, la veracidad y la pureza, que son un reflejo de
dicha imagen. Ellos reconocen que el hombre tiene tanto una naturaleza
superior como inferior. Sin embargo, eligen enfocar sus pensamientos y
acciones en desarrollar las potencialidades de su naturaleza superior.
Igual parecer tienen los nuevos movimientos religiosos de carácter
universal. En general, tienen fe en la capacidad de todos los seres
humanos y en cada uno de ellos, capacidad para desarrollar sus
potencialidades y en su tendencia por reconocer intuitivamente los
principios que benefician a la humanidad y de responder positivamente
cuando se les llama a actuar con nobleza. El marco
conceptual de liderazgo moral está basado en una convicción profunda e
inamovible de la nobleza esencial y la bondad potencial del ser humano,
necesariamente. La fuerte adherencia a esta convicción permite que el
liderazgo moral vea más allá de los muchos problemas en que la sociedad
está actualmente atascada, y los defectos humanos que los causan, para
trabajar por la transformación individual y social. Aunque cada
individuo nace con una naturaleza que es esencialmente noble y está dotado
con una bondad potencial, reconocemos que estas características
fundamentales se manifiestan gradualmente, como resultado de procesos
apropiados de aprendizaje y transformación. El estudio objetivo de la
historia del surgimiento y la caída de las civilizaciones provee claras
evidencias de la lucha de la humanidad por desarrollar su nobleza esencial
y bondad potencial, así como una abundante documentación de la trágica
expresión y mal uso de sus cualidades. Afirmamos que
el concepto de la nobleza del ser humano ofrece un fundamento positivo
desde el cual se puede guiar el progreso de la humanidad hacia su madurez
colectiva, una etapa en la evolución espiritual y social de la humanidad
en que más y más personas desarrollarán formas más productivas y
satisfactorias de relacionarse entre sí, mientras que trabajan juntos por
el bien común. 2. EL LIDERAZGO ORIENTADO HACIA EL
SERVICIO Cuando a las
personas se les pide que definan qué significa el liderazgo, a menudo
responden con ideas tales como estas: estar a cargo o en control, dar
órdenes, estar al mando, ser el número uno. Este concepto
prevaleciente del liderazgo, que está basado en la consolidación del poder
sobre otros, necesita ser cuestionado y reemplazado por un concepto que
esté enfocado en el servicio a otros. La característica fundamental del
liderazgo ha de ser el espíritu de
servicio. El verdadero liderazgo moral, está ejercido por aquel quien
sirve más a la comunidad, no por aquél que domina más a la comunidad. Esta
orientación hacia el servicio es consistente con el concepto de
líder-siervo que fue promovida por Robert K.Greenleaf, el cual ha tenido
una profunda influencia en algunos de los mejores administradores y
pensadores en el mundo empresarial actual. El mundo
necesita un nuevo estilo de liderazgo, dedicado a la transformación
personal y colectiva, totalmente comprometido con los valores y principios
morales, basado en la libre búsqueda de la verdad, inspirado por un
sentido de trascendencia, y guiado en el ejercicio de las capacidades por
el ideal del servicio al bien común. Cuando
alguien ejerce este tipo de servicio, gradualmente comienza a demostrar el
tipo de liderazgo al cual refiere un antiguo proverbio chino: “Cuando un verdadero líder ha
terminado su trabajo, la gente dice, ‘Miren cuánto hemos logrado’”.
Cuando esto ocurre, es una señal de que la transformación individual ha
florecido, llegando a influir en la transformación colectiva. La persona
que lucha por servir al bien común pronto descubre que es una fuente de
satisfacción profunda y permanente. Aunque no busca ningún beneficio
personal o reconocimiento, el deseo de servir le impulsa a desarrollar
nuevas capacidades que le son útiles en cada esfera de su vida. De esta
manera, el servicio contribuye a su propio proceso de transformación
personal. El aprender a refrenar el ego y a cultivar la naturaleza
superior le da un sentimiento de dignidad y dominio sobre su propia vida.
Se siente complacido cuando observa las capacidades que otros están
logrando en sus procesos de transformación personal y/o colectiva y sabe
que de alguna manera él ha contribuido a su bienestar. Finalmente el
sentimiento de haber logrado objetivos significativos en el servicio a un
propósito noble infunde en su vida una profunda satisfacción interior y
una felicidad duradera. 3. EL PROPOSITO DEL
LIDERAZGO: LA TRANSFORMACION PERSONAL Y SOCIAL Afirmamos,
como un elemento importante de nuestro marco conceptual, que la vida
humana tiene un doble propósito, que da dirección y significado a la
existencia. Este doble propósito consiste en promover los procesos
continuos de la transformación personal y la transformación social. Cuando
este proceso dual es reconocido y aceptado por el individuo como el
objetivo de su existencia, provee una orientación fundamental para una
vida activa y significativa. El objetivo
del primer aspecto de este doble propósito (el proceso de la
transformación personal) consiste en convertir las potencialidades
latentes del individuo en una realidad viviente, en la cual las
dimensiones físicas, intelectuales y espirituales del individuo alcanzan
su expresión más elevada y noble. Esto ocurre por medio de desarrollar
capacidades específicas que armonizan con la nobleza esencial del ser
humano. Algunas de éstas son capacidades genéricas, tales como las
capacidades de liderazgo moral. Otras son capacidades técnicas y son una
expresión de los talentos particulares de cada persona, las cuales
contribuyen a la pericia en los papeles específicos que él cumple en la
sociedad. El objetivo
final del complejo proceso de la transformación social (el segundo aspecto
del doble propósito) es la promoción de una civilización en progreso
continuo, basado en los principios de la justicia, unidad y amor. La
evolución de un “sistema social a la vez progresista y pacífico, dinámico
y armonioso, un sistema que da rienda libre a la creatividad e iniciativa
individual, pero basado en la cooperación y la reciprocidad” es por cierto
una tarea altamente compleja y desafiante que enfrenta la humanidad. La
transformación social tiene que ir acompañada de la transformación
personal. No habrá transformación social si no hay cambio en los
protagonistas del mismo. 4. LA
RESPONSABILIDAD MORAL DE INVESTIGAR Y APLICAR LA VERDAD En el proceso
de desarrollar este marco conceptual del liderazgo moral, surge la
pregunta: ¿Cuál es la base para la dimensión moral del liderazgo?
Proponemos que esta base debería ser el cumplimiento, por parte del
individuo, de dos responsabilidades morales, las cuales son: 1.
Un compromiso con la
búsqueda de la verdad (no olvidemos que no existe la verdad absoluta, o si
existe no la conocemos; sólo conocemos la verdad relativa en todo orden de
cosas) y con la aceptación de aquellas verdades que han sido verificadas
por el individuo a través de su investigación independiente; y
2.
La fiel aplicación en el
proceso de la transformación personal y social, y en todos los demás
aspectos de la vida propia, de las verdades que uno ha descubierto. Creemos que
estas dos responsabilidades morales son inseparables. Cuando cada persona
se esfuerza sinceramente por cumplir estas responsabilidades morales
gemelas, la luz de la verdad guiará sus esfuerzos en cumplir el doble
propósito de la vida. Así, la verdad llega a ser la brújula y la luz que
guía los procesos de transformación. Esto nos
lleva a la antigua y persistente pregunta: ¿Qué es la verdad? No nos
atrevemos a contestar esta pregunta, si no más bien, afirmamos que es la
responsabilidad moral de cada individuo buscar la respuesta a esta
pregunta y vivir consistentemente con las conclusiones a las que le ha
llevado su investigación independiente. Sin embargo,
sugerimos que hay dos categorías de verdad que deberían interesar
profundamente a aquellos que tratan de practicar el liderazgo moral. La
primera categoría tiene que ver con lo que nosotros llamamos la “verdad
contingente” y se relaciona con la averiguación de los hechos. La búsqueda
de la verdad contingente involucra el percibir lo más claramente posible
cómo están las cosas en este momento en el tiempo y el espacio. Peter
Senge utiliza el término “realidad actual” para referirse a esta categoría
de la verdad. No es una tarea fácil percibir la verdad contingente, porque
nuestras percepciones y comprensión de los hechos son relativas a nuestras
limitaciones humanas. La empresa científica ha provisto a la humanidad con
herramientas con las cuales se puede investigar la verdad contingente
desde varias perspectivas. Los científicos son los primeros en admitir que
sus conocimientos de la verdad contingente son relativos y no absolutos.
Este humilde reconocimiento es lo que mantiene a la ciencia en buen
camino. Entonces, cuando hablamos de la necesidad de comprender la verdad,
nos referimos a una comprensión relativa, que puede ser mejorada, y no una
comprensión absoluta. La segunda
categoría de la verdad tiene que ver con lo que nosotros llamamos la
“verdad ideal”, que indica cómo deberían ser las cosas. La verdad ideal es
normativa y tiene que ver con los principios. El trabajo de Stephen Covey
sobre el liderazgo centrado en principios, explica la importancia de los
principios en proveer una “brújula” para guiar las acciones. Creemos que
existen principios éticos, morales y sociales que deberían guiar a los
procesos de la transformación individual y social. El desafío
principal que enfrenta al liderazgo moral, actualmente, es el de construir
un consenso universal en cuanto a un conjunto de principios que puedan
servir como un nuevo código moral en el desarrollo de una sociedad global.
La Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidades es un
ejemplo de un conjunto tal de principios sociales que podrían servir como
la base para desarrollar una sociedad global que fomentaría y nutriría
nuestro bienestar colectivo y la dignidad humana. Una vez que
uno ha investigado la verdad contingente (llegando a conocer cómo son las
cosas en la actualidad) y la verdad ideal (identificando los principios
que hay que aplicar), hay que buscar las estrategias que lleven a la
transformación de la verdad contingente de una manera que armonice con la
verdad ideal. 5. LA TRASCENDENCIA Este marco de
liderazgo no es fácil de aplicar. En vez de ejercer el liderazgo solamente
para el beneficio propio, a cada persona se le desafía a servir al bien
común, a desarrollar una autodisciplina moral en su propia vida, a
participar en un proceso continuo de aprendizaje, a distinguirse por una
actitud de servicio hacia otros, a luchar por la transformación de la
sociedad y a ocuparse en una continua búsqueda de la verdad. ¡Una tarea
formidable! Pero menos que eso no sería digno de considerarse como
liderazgo moral. Una
definición práctica de la trascendencia sería: la capacidad de
desprendernos de la “realidad actual” y de conectarnos con aquellos
valores y principios que creemos son de valor eterno y que forman parte de
nuestra visión. De esta manera es posible renovar nuestro compromiso y
volver a enfrentar situaciones problemáticas con una perspectiva más
amplia, un vigor renovado y una fuerza moral que nos permite seguir
adelante con nuestro “trabajo”. En términos
prácticos, la trascendencia nos puede dar fuerzas para perseverar, sin
darnos por vencidos, cuando encontramos obstáculos en nuestro camino de
transformación personal o social. Cuando estamos frustrados y perdidos en
un mundo de detalles, la trascendencia nos permite y nos ayuda a
desprendernos de la situación inmediata, renovarnos con la perspectiva de
nuestra visión, y luego acercarnos nuevamente a la tarea con renovada
energía y comprensión. La trascendencia nos puede salvar de “ahogarnos en
un vaso de agua” cuando los problemas amenazan con hundirnos. Nos puede
dar fuerzas para mantenernos firmes y vivir de acuerdo con nuestros
principios cuando encontramos tentaciones y necesitamos oponernos a
nuestro propio ego o naturaleza baja. Nos puede recordar los principios
que nos sirven como una fuente de inspiración y guía en el proceso de la
toma de decisiones. Desarrollamos
un mayor sentido de trascendencia cuando los principios y valores que
hemos aceptado como verdades perdurables se incorporan en una visión con la cual nos podemos
comprometer. Una vez formulada, la visión sirve como el medio por el cual
trascendemos por encima de los detalles de nuestras tareas diarias,
permitiéndonos poner en perspectiva el contexto en que estamos llevando a
cabo nuestras actividades. En su libro,
“El liderazgo”, John W. Gardner
ha enfatizado la importancia de construir una visión sobre los principios
compartidos. El declara: “Una
visión que es relevante para nosotros hoy día se construirá sobre los valores profundamente
arraigados en la historia humana y en nuestras propias tradiciones. Los
materiales con que construimos la visión serán las luchas morales de la
especie, tanto en el presente como en el lejano pasado”. Nosotros
sentimos que nuestra visión compartida también debe incorporar algunos
principios universales y valores nuevos que puedan servir como una base
para el surgimiento de una sociedad y civilización global.
La
comprensión del marco conceptual del liderazgo moral puede ser la fuente
de una visión más inmediata. Una persona puede imaginar el funcionamiento
de una comunidad que practica los elementos y capacidades del liderazgo
moral, y luego usar esta visión para inspirar sus esfuerzos al trabajar
por la transformación de la comunidad. 6. EL DESARROLLO DE CAPACIDADES El concepto
de liderazgo moral no sólo requiere un nuevo concepto de liderazgo,
también requiere un nuevo concepto de la persona moral. La idea
tradicional de la persona moral ha sido una descripción de un elemento
pasivo: la persona moral es un buen ciudadano, alguien que no causa
problemas, que acepta las cosas como son, que es un ejemplo del dicho: “A
un buen niño se le ve, pero no se le oye”. Las
necesidades de nuestra época nos exige transformar este concepto en algo
más activo, en el que la persona moral es un individuo que ha llegado a
ser actor social que está consciente y activamente ocupado en realizar
acciones que promueven los procesos de la transformación personal y
social. Esto implica
que una persona que ejerce el liderazgo moral ha de poseer ciertas
capacidades que le potencien para llevar acciones que contribuyen a la
transformación y a la promoción del bien común. Este concepto de moralidad
se concentra en lo que hace la persona moral y en las capacidades que
necesita desarrollar para poder ser un actor social eficaz. Hasta la fecha
se ha identificado a 18 de estas capacidades, a las cuales llamamos las
capacidades del liderazgo moral. No es una lista definitiva, sin embargo,
consideramos que son muy relevantes a la época en que estamos
viviendo: Capacidades que contribuyen a la transformación personal: - La
capacidad de evaluar sus propias fortalezas y debilidades sin involucrar
al ego: la autoevaluación. - La
capacidad de aprender de la reflexión sistemática sobre la acción dentro
de un marco conceptual consistente y evolutivo. - La
capacidad de tomar la iniciativa de manera creativa y disciplinada. - La
capacidad de mantener el esfuerzo, perseverar y superar los obstáculos en
el logro de las metas. - La
capacidad de oponerse a las bajas pasiones y tendencias egocéntricas.
- La
capacidad de manejar los asuntos y responsabilidades con rectitud de
conducta basada en principios morales y éticos. - La
capacidad de pensar sistemáticamente en la búsqueda de soluciones. Capacidades que contribuyen a mejores relaciones
interpersonales: - La
capacidad de imprimirle amor a los pensamientos y acciones
propias. - La
capacidad de alentar a otros y transmitirles entusiasmo. - La
capacidad de participar efectivamente en la toma de decisiones colectivas
(consulta). - La
capacidad de ser un miembro afectuoso y responsable de una familia.
- La
capacidad de construir y promover la unidad en la diversidad. Capacidades que contribuyen hacia la transformación social: - La
capacidad de crear una visión de un futuro deseado basado en valores y
principios compartidos y de articularla clara y sencillamente para que
inspire en otros un sentido de compromiso hacia su cumplimiento. - La
capacidad de comprender las relaciones de dominación y de contribuir hacia
su transformación en relaciones basadas en la reciprocidad, el compartir y
el servicio mutuo. - La
capacidad de contribuir al establecimiento de la justicia. - La
capacidad de comprometerse con el proceso de potenciar las actividades
educativas. - La
capacidad de servir en las instituciones de la sociedad de manera que
ayude a sus miembros a desarrollar y usar sus talentos y capacidades en el
servicio a la humanidad. - La
capacidad de percibir e interpretar el significado de los procesos
sociales y eventos actuales a la luz de una perspectiva histórica
apropiada. Conclusiones
Este marco
conceptual del liderazgo moral no es final y definitivo. Más bien, es
parte de un proceso de aprendizaje continuo basado en la acción -
reflexión - acción. A medida que diferentes personas y grupos tratan de
aplicar el marco a sus vidas individuales y colectivas y luego comparten
sus logros y dificultades, nuestra comprensión del marco se ampliará y
evolucionará. El dinamismo
de la acción - reflexión - acción sugiere que los resultados de los
intentos por practicar el liderazgo
moral serán continuamente evaluados, llevando a la modificación de
los conceptos, actividades y resultados consecuentes. Se generarán nuevas
preguntas y nuevas alternativas, que serán incorporadas en el marco
conceptual del liderazgo moral, puestas en práctica y ensayadas.
En resumen,
podemos decir que el objetivo principal de este marco conceptual es el de
facilitar un proceso sistemático de aprendizaje acerca del liderazgo
moral, basado en la convicción de la nobleza esencial del ser humano,
caracterizado por un espíritu de servicio, implementado a través de
desarrollar las capacidades que permiten al individuo participar en los
procesos de la transformación personal y colectiva, guiado por una
continua investigación y aplicación de la verdad y fortalecido por una
trascendencia, basada en un compromiso con principios eternos y la
claridad de visión. Anexo: Ejemplo de
una “visión de futuro” propuesta por SHOGHI EFFENDI, sobre un Nuevo Orden
Mundial: DISEÑO PARA LA
SOCIEDAD DEL FUTURO
“La unidad de
la humanidad, prevista por Bahá’u’lláh, implica el establecimiento de una mancomunidad mundial, en el
que todas las naciones, razas, credos y clases sociales estén estrecha y
permanentemente unidos y en el que la autonomía de los miembros del estado
y libertad personal e iniciativa de los individuos que lo compongan, estén
definitivamente y completamente resguardadas. Este Estado mundial, como lo
podemos visualizar, quedará constituido por una legislatura mundial, cuyos
miembros, como representantes de la humanidad entera, controlarán todos
los recursos de las naciones que lo integren y promulgarán tantas leyes
como sea necesario para regularizar la vida, satisfacer las necesidades y
concertar las relaciones de todas las razas y pueblos. Un ejecutivo mundial, respaldado
por una fuerza internacional, llevará a efecto las decisiones tomadas y
aplicará las leyes promulgadas por la legislatura mundial, resguardando la
unidad orgánica de toda la comunidad. Un tribunal mundial adjudicará y
transmitirá su veredicto final y obligatorio en todas las disputas que
puedan sobrevenir entre los varios elementos que constituyan este sistema
universal. Un sistema de
intercomunicación será inventado y abarcará todo el planeta, libre de
todo obstáculo nacional y de toda clase de restricciones, funcionando con
maravillosa rapidez y regularidad perfecta. Una metrópoli mundial será el
centro de una civilización mundial, será el foco hacia el cual las fuerzas
unificadoras convergerán y desde el cual irradiarán sus influencias
vigorizantes. Un idioma
universal será inventado
o escogido entre los idiomas existentes, y será enseñado en todas las
escuelas de las naciones confederadas como auxiliar de la lengua materna.
Una escritura mundial, una
literatura mundial y un sistema
universal de pesos y medidas simplificarán el intercambio y el
entendimiento entre las diversas naciones y razas. En tal sociedad, la ciencia y la religión, las dos
fuerzas más potentes en la vida del hombre, se reconciliarán, cooperando
entre sí y desarrollándose armónicamente. La prensa, bajo tal sistema, será
un medio propicio a la expresión de las diversas opiniones y convicciones
humanas y cesará de ser manipulada perversamente por intereses creados,
sean éstos privados o públicos y será liberada de la influencia de los
pueblos y gobiernos contendientes. Los recursos económicos del mundo serán
organizados, las materias primas serán debidamente utilizadas, sus
mercados serán coordinados y desarrollados y la distribución de sus
productos regularizada equitativamente. Rivalidades,
odios e intrigas nacionales cesarán y la animadversión y los prejuicios
raciales serán reemplazados por la amistad, el entendimiento y la
cooperación internacionales. Las causas de
los conflictos religiosos serán definitivamente eliminadas; las barreras y
las restricciones económicas serán completamente abolidas y la inordenada
diferencia de clases será extinguida. La miseria por una parte y la gran acumulación de
propiedades por la otra, tendrán que desaparecer. La enorme energía
perdida en las guerras, sean éstas económicas o políticas, será consagrada
a fines que permitirán extender el radio de los descubrimientos y a su
desarrollo técnico; el aumento de los recursos necesarios al bienestar
humano; a la exterminación de las
enfermedades; a la extensión de la investigación científica; al
aumento de la salud pública; a la evolución y refinamiento del cerebro
humano; la explotación de los recursos del planeta hasta hoy insospechados
y sin uso; a la prolongación de la vida humana y al adelanto en general,
que estimule la vida intelectual, moral y espiritual de la totalidad de la
humanidad. En fin, un sistema federal que gobierne al mundo y ejerza su autoridad sin restricciones, sobre los inimaginables y vastos recursos del planeta, fundiendo los ideales de Oriente y de Occidente y liberado ya, de la maldición de la guerra y sus miserias, hará uso de todos los recursos disponibles sobre la superficie de la tierra; un sistema en el cual la fuerza será el servidor de la justicia y cuya vida será sustentada por el reconocimiento universal de un solo Dios y por su lealtad a una Revelación común. Esta es la meta hacia la cual la humanidad avanza, impelida por una fuerza unificadora de vida” (Shoghi Effendi)(Fuente: MARQUES Y UTRILLAS, José Luis. Perspectivas de un nuevo orden mundial, Editorial BAHA’I de España. Tarrasa, 1982).
NOTA: [*] El presente trabajo es una adaptación hecha por el abogado y
catedrático Pedro Donaires Sánchez para su utilización como material de
enseñanza de la asignatura de Deontología Forense en la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Cajamarca
(Perú). El material original ha sido extraído de: ANELLO, Eloy; Hernández, Juanita de, Liderazgo Moral. Universidad NUR.
Santa Cruz - Bolivia, 1996.
(**) Docentes de la Universidad NUR de Santa Cruz - Bolivia. E-mail: eloy@nur.edu
|
|||||