Revista Jurídica Cajamarca |
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"Hay que detener la guerra en Afganistán"Felipe Pérez Roque (*) |
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DISCURSO
PRONUNCIADO POR EL EXCMO. SR. FELIPE PÉREZ ROQUE, MINISTRO DE
RELACIONES EXTERIORES DE LA REPÚBLICA DE CUBA, EN EL DEBATE GENERAL DEL
56° PERÍODO DE SESIONES DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS. NUEVA
YORK, 13 de noviembre del 2001. Señor
Presidente: Antes
de pronunciar mis palabras, deseo expresar nuestras condolencias a
Estados Unidos, República Dominicana y demás países aquí
representados que hayan perdido algún ciudadano entre los numerosos
pasajeros y tripulantes fallecidos en la tragedia que tuvo lugar ayer
con el vuelo 587 de la compañía American Airlines, y hago extensivas
estas condolencias a los familiares de los mismos. Señor
Presidente: Hay
que detener la guerra en Afganistán.
El gobierno de los Estados Unidos debe reconocer que se ha
equivocado, y debe parar su inefectiva e injustificable campaña de
bombardeos contra ese pueblo. Por
sus resultados, esta guerra pareciera haber escogido de enemigo a los niños,
la población civil, los hospitales y las instalaciones de la Cruz Roja
Internacional. Por sus métodos,
no habría voz honesta que se levante en esta sala para defender una
matanza interminable, con el armamento más sofisticado, de un pueblo
desposeído, hambriento e indefenso.
Por sus dudosos propósitos, esta guerra no podrá ser jamás
justificada desde el punto de vista de la ética y el derecho
internacional. Sus
responsables serán un día juzgados por la historia. Cuba
se ha opuesto desde el principio a esta guerra como método absurdo e
ineficaz para erradicar el terrorismo, y reitera que ésta sólo podrá
traer más odio y los peligros crecientes de nuevas acciones de este carácter.
Nadie tiene derecho a continuar asesinando niños, agravando la
crisis humanitaria, lanzando a la miseria y a la muerte a millones de
refugiados. Si
Estados Unidos obtuviera una victoria militar liquidando toda
resistencia regular e irregular afgana, algo nada fácil en la práctica
y extraordinariamente costoso en el orden moral, ya que implicaría un
verdadero genocidio sin alcanzar el objetivo que debemos buscar, el
mundo estaría más lejos que nunca de lograr la paz, la seguridad y la
erradicación del terrorismo. La
palabra de Cuba no está sustentada en sentimientos de rencor contra
quien ha sido nuestro encarnizado adversario a lo largo de más de 40 años.
Está inspirada en un sincero espíritu constructivo y de respeto
y amistad hacia el pueblo de los Estados Unidos, que sufrió el
injustificable y atroz acto terrorista. Está basada, además, en la aspiración de paz y justicia
para todos los pueblos del mundo. Lo
que Cuba expresa en esta sala con toda franqueza podrá no gustar a los
que hoy dirigen a Estados Unidos, pero será comprendido algún día por
el pueblo norteamericano, de cuya nobleza y sentimiento de justicia el
pueblo cubano tuvo pruebas, cuando contó con el apoyo del 80 por ciento
de la opinión pública de ese país, en nuestra lucha por impedir que
un niño cubano secuestrado fuera arrebatado a su familia y sometido a
burdas manipulaciones políticas y crueles torturas psicológicas. Lo
que Cuba dice desde esta tribuna, lo sabemos bien, es lo que muchos
comentan en los pasillos de este edificio. ¿De
qué coalición internacional se habla?
¿En qué sustenta su legitimidad, si ha comenzado por ignorar
escandalosamente a la Asamblea General de las Naciones Unidas?
Estados Unidos no ha fomentado la colaboración internacional,
sino que ha impuesto de manera unilateral su guerra y ha proclamado insólitamente
que quien no la secunde está junto al terrorismo.
¿Hasta cuándo durará el precario apoyo obtenido, no de la
comunión de objetivos y la concertación voluntaria, sino de la
imposición mediante la amenaza y las presiones?
Se
puede ser el más fuerte, pero no necesariamente tener razón.
Se puede inspirar temor, pero no simpatía y respeto.
Sólo de una auténtica colaboración internacional, en la que
puedan participar todos los países, grandes y pequeños, con plena
comprensión de las posiciones de todos, con amplitud de espíritu y
tolerancia en los métodos, dentro de los marcos de la Organización de
Naciones Unidas y el acatamiento irrestricto a los principios
proclamados en su Carta, podrá surgir una alianza realmente efectiva y
duradera para luchar contra el terrorismo. El
mundo recibió con sorpresa el anuncio oficial de Estados Unidos al
Consejo de Seguridad de que se reservaba el derecho de decidir atacar en
el futuro a otros países. Después
de esto, ¿qué queda de la Carta de las Naciones Unidas?
¿Es que acaso puede entenderse esta amenaza sin precedente como
un ejercicio del derecho a la legítima defensa, estipulado en la Carta
como derecho de un Estado para enfrentar la agresión hasta que el
Consejo tome las medidas necesarias, y no como burdo pretexto para
desatar agresiones contra otros países?
¿Es o no este anuncio la proclamación del derecho de una
superpotencia a pasar por encima de las ya endebles e incompletas normas
que protegen la soberanía, la seguridad y los derechos de los pueblos? Cuba
rechaza serena y firmemente ese lenguaje.
No lo decimos precisamente preocupados por nuestra propia
seguridad, pues no hay fuerza en el mundo capaz de aplastar nuestro espíritu
de independencia, libertad, justicia social y el coraje de defenderlo a
cualquier precio. Lo
decimos porque creemos que todavía es posible detener la escalada de
una guerra inútil y brutal que amenaza con hundir aún más en la
desesperación, la inseguridad y la muerte a los pueblos pobres del
planeta, que no son culpables de acto alguno de terrorismo pero serán
Cy están siendo yaC las víctimas principales de esta insensatez. Sólo
bajo el liderazgo de las Naciones Unidas podremos derrotar al
terrorismo. La cooperación
y no la guerra es el camino. La
coordinación de acciones y no la imposición es el método.
Eliminar el terrorismo de raíz, derrotando entre otros factores
sus causas, ha de ser uno de nuestros objetivos, y no la afirmación
hegemónica del poderío de una superpotencia, haciéndonos cómplices
de su arrogancia y arbitrariedad. Por
ello Cuba, que ya respondió al llamado del Secretario General
expresando su decisión de ratificar de inmediato la totalidad de los
instrumentos jurídicos internacionales en materia de terrorismo, apoya
decididamente la adopción de una convención general sobre el
terrorismo internacional. Por
supuesto, esto sólo sería posible en el marco de esta Asamblea
General, ahora ignorada por los propulsores de la nueva campaña, pero
donde realmente han sido aprobadas en los últimos diez años, ante el
silencio y la apatía del Consejo de Seguridad, las principales
resoluciones y declaraciones que abogaron por el desarrollo de un
combate frontal contra el terrorismo. Ello
nos permitirá por fin precisar con exactitud la definición de
terrorismo. Hay que impedir
que unos pocos interesados traten de calificar como tal el derecho de
los pueblos a luchar por su autodeterminación o contra la agresión
extranjera. Hay que establecer con claridad que el apoyo, la incitación,
la financiación o el encubrimiento de acciones terroristas por parte de
un Estado es también un acto de terrorismo.
Cuba,
a la par que trabaja para dotarse en muy breve plazo de su propia Ley
contra el Terrorismo, apoya sin reservas la convocatoria de una
conferencia internacional sobre el terrorismo, bajo la égida de las
Naciones Unidas. Esta ha
sido una vieja aspiración del Movimiento de Países No Alineados, y
deberá permitirnos encontrar, como fruto de la discusión abierta, de
la acción colectiva, de la concertación respetuosa y no
discriminatoria, y no de la amenaza, el terror y la fuerza, el camino
para la erradicación definitiva del terrorismo y sus causas;
no sólo del que pueda cometerse contra Estados Unidos, sino del
que se cometa contra cualquier otro país, incluso desde el propio
territorio de los Estados Unidos o con la tolerancia o la complicidad de
sus autoridades, como ha sido por más de cuatro décadas la dolorosa
experiencia de Cuba. Señor
Presidente: Hace
solo 4 días órganos de prensa pakistaníes publicaron declaraciones
que atribuyen a un personaje, muy popularizado y conocido por Estados
Unidos, en las que desde territorio afgano se declara poseedor de armas
químicas y nucleares y amenaza con utilizarlas contra ese país, si
armas similares son lanzadas contra Afganistán por Estados Unidos. Todo
el mundo sabe que en Afganistán no existe ni la más mínima
posibilidad de producir y lanzar armas nucleares y químicas. Únicamente
puede concebirse la idea de que a un jefe u organización terrorista se
le ocurra realizar una acción de ese carácter con medios nucleares o
químicos. En teoría esto es posible y es una de las consecuencias de
la irresponsabilidad de importantes potencias nucleares, el comercio de
armas, la corrupción y el trasiego ilícito de todo tipo de tecnologías
militares. Varias de esas potencias han sido cómplices y han
participado de acuerdo a sus intereses en el trasiego de material
fisionable y la transferencia de tecnologías nucleares, pero sería
bien ridículo acudir a amenazas de ese tipo en las condiciones
concretas de la guerra en Afganistán y quien lo hiciera estaría dando
muestras de una enorme ignorancia política y militar. Si no se dispone
de tales medios, sería un peligroso bluff
y si se dispone de alguno una verdadera locura amenazar con usarlo. Si
tales amenazas contenidas en la declaración publicada en dos órganos
de prensa pakistaníes fuesen ciertas merecen la más enérgica condena,
aun en caso de que armas de ese tipo se llegasen a utilizar contra
Afganistán. Tal
reacción sería estúpida, porque en ese caso el único recurso de ese
sufrido y pobre país sería la repulsa universal contra el empleo de
dichas armas. Amenazas de
ese tipo solo sirven a los intereses de las fuerzas extremistas y
belicistas de Estados Unidos, partidarias del empleo de las armas más
sofisticadas y de exterminio masivo contra el pueblo afgano.
La mejor arma de un pueblo agredido es conquistar y preservar la
simpatía del mundo, y no permitir que nadie viole el principio ético
de que si alguien mata niños otro no adquiere derecho a matar niños;
de que jamás sería justo matar inocentes para vengar muertes de
inocentes. Cuba
ha declarado, sin vacilación alguna, que está contra el terrorismo y
está contra la guerra. No
tiene compromiso con nadie y será consecuente con sus posiciones.
La verdad y la ética deben imponerse por encima de todo. El
desarrollo de los acontecimientos, la multiplicación de los odios,
pasiones y peligros potenciales, demuestran cuán justa era la profunda
convicción de que la guerra no era, ni es, ni será nunca el camino
para erradicar el terrorismo. Señor
Presidente: La
más grave crisis económica y social que ha sufrido nuestro planeta,
nacida a mediados de la pasada década del fracaso estruendoso e
irreversible del neoliberalismo y de la globalización neoliberal, se ha
agravado dramáticamente por esta guerra impuesta por uno, pero cuyas
consecuencias sufrimos todos. Hay
que detener esta guerra no sólo por sus consecuencias para la población
civil afgana, por los peligros de desestabilización de aquella región,
no sólo para salvar de una muerte sin sentido a miles de
norteamericanos “especialmente jóvenes”, de afganos y de otras
nacionalidades, no sólo para preservar un clima de paz y estabilidad
internacional, sino porque esta guerra torna definitivamente en un
imposible el objetivo proclamado por las Naciones Unidas, hace ya quince
años, del derecho al desarrollo para todos y la igualdad de
oportunidades para alcanzarlo. Porque
convierte en letra muerta la decisión que tomamos hace tan solo un año
de trabajar juntos para erradicar la pobreza de la faz de la Tierra. ¿Estaremos
dispuestos a organizar una coalición contra la pobreza, el hambre, la
ignorancia, las enfermedades, el flagelo del SIDA que hoy devasta al
continente africano, una coalición por el desarrollo sostenible, por la
preservación del medio ambiente y contra la destrucción del planeta? Se
ha convocado a una coalición de venganza por la muerte dolorosa e
injustificable de miles de personas inocentes en Estados Unidos. Unámonos para buscar justicia contra este gran crimen y
hacerlo sin guerra; unámonos
para salvar de la muerte a cientos de miles de mujeres pobres que
perecen cada año en el momento del parto;
unámonos para salvar de la muerte a los doce millones de niños
que mueren por causas prevenibles cada año en el Tercer Mundo antes de
cumplir los 5 años de edad; unámonos
para llevar medicamentos contra el SIDA a los 25 millones de africanos
que hoy esperan la muerte sin esperanzas;
unámonos para invertir en el desarrollo siquiera una parte de
los miles de millones que se han gastado ya para bombardear un país en
el que no queda prácticamente nada en pie. Cuba
reclama que esta Asamblea General, el Consejo de Seguridad y la
Organización de Naciones Unidas en su conjunto encaren nuevamente,
entre sus máximas prioridades, el debate de estos problemas, de los que
depende la vida y la muerte de 4.500 millones de habitantes del Tercer
Mundo, cuyos derechos y esperanzas han quedado también sepultados bajo
las Torres Gemelas. Señor
Presidente: Cuba
reitera su categórica condena a la acción terrorista del pasado 11 de
septiembre. Cuba reitera su
condena al terrorismo en todas sus formas y manifestaciones. Cuba reitera que no permitirá que su territorio sea
utilizado jamás en acciones terroristas contra el pueblo de los Estados
Unidos o de cualquier otro país. Cuba
tiene moral para hacerlo, porque durante más de cuarenta años ha
sufrido las acciones terroristas; porque
viven en Cuba los familiares de casi 3.500 cubanos muertos como
consecuencia de agresiones y actos terroristas;
porque todavía reclaman justicia más de 2 mil cubanos
incapacitados como consecuencia de agresiones y actos terroristas.
Por luchar contra el terrorismo, hijos suyos han sido víctimas
de crueles persecuciones, despiadado trato, e injustos y calumniosos
procesos. El
pueblo de los Estados Unidos es víctima no sólo del terrorismo y del pánico,
sino también de la falta de información veraz, la manipulación y la
cuestionable limitación de sus libertades.
Cuba no alienta el odio hacia el pueblo norteamericano, al que no
hace responsable de nuestros sufrimientos por el terrorismo, las
agresiones y la injusta guerra económica que hemos tenido que resistir
durante prácticamente toda nuestra vida, y con el que comparte la
aspiración de sostener algún día relaciones basadas en el respeto y
la colaboración. Señor
Presidente: Si
a alguno de los presentes estas palabras, a nombre de un pequeño pueblo
generoso y valiente, le han ofendido, le ruego me excuse. Hablamos con franqueza.
Las palabras existen para defender la verdad, no para ocultarla.
Somos rebeldes contra la injusticia y la opresión.
Tenemos moral, defendemos nuestras ideas al precio de nuestras
vidas. Se puede ganar
nuestro apoyo para cualquier causa justa, pero no se nos puede doblegar
por la fuerza, ni imponer fórmulas absurdas ni aventuras bochornosas. Hace
ya muchos años hemos proclamado que para nosotros, los cubanos, el
dilema histórico es: “¡Patria o muerte!”
He ahí nuestra confianza y nuestra seguridad de que somos y
seguiremos siendo un pueblo digno, soberano y justo. Muchas
gracias.
(*) LA EMBAJADA DE LA REPUBLICA DE CUBA EN EL PERU LES SALUDA MUY ATENTAMENTE Y TIENE EL HONOR DE HACERLES LLEGAR EL DISCURSO PRONUNCIADO POR EL SR. FELIPE PEREZ ROQUE, MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES DE CUBA, EN LA 56 SESION DE LA ASAMBLEA GENERAL DE NACIONES UNIDAS. LA EMBAJADA DE LA REPUBLICA DE CUBA EN EL PERU APROVECHA LA OCASION PARA REITERARLES EL TESTIMONIO DE SU MAS ALTA CONSIDERACION. EMBAJADA DE CUBA embajador@ecuperu.minrex.gov.cu |
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