Revista Jurídica Cajamarca |
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FILOSOFIA MORALLa ética social actualFuente Bibliográfica:"El Dominio imperecedero"Udo Schaefer (Abogado, Heidelberg,Alemania)Edición 1988, Barcelona España |
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LECTURA
N° 01 DESINTEGRACIÓN DE LOS SISTEMAS DE VALORES Para
que la gente trabaje unida debe haber en primer lugar un objetivo común
y unos valores comunes. Nuestro
dilema es que no tenemos ni el uno ni los otros.
La ciencia, que nos permite aterrizar sobre la Luna, demuestra
ser notablemente ineficaz en el campo de la actividad social del hombre.
La creencia de que la ciencia puede curar todos los males es, según
el sociólogo suizo Theodor Leuenberger, una “superstición”(38).
La ciencia es casi impotente contra las fuerzas irracionales que
amenazan cada vez más a la humanidad.
Poca cosa puede hacer o nada contra el fenómeno de la
criminalidad creciente y el abuso de las drogas, y no hay ni una teoría
aceptable en términos generales que explique la causa de estos
problemas. La integración
de todos los pueblos en un cuerpo unificado capaz de actuar está siendo
reconocida como absolutamente vital, porque los problemas de la
existencia humana solo pueden resolverse sobre una base mundial o no
pueden resolverse en absoluto. Pero
al mismo tiempo nos enfrentamos a un nuevo peligro que amenaza privarnos
de la capacidad de acción unificada: la sociedad se está desintegrando
rápidamente y perdiendo su estructura.
La vida en común con los demás se hace cada día más difícil,
surgen cada vez más conflictos y los vínculos que mantienen unida a la
sociedad son cada vez más débiles.
Una sociedad que se está desgarrando por sus propias
contradicciones y que está perdiendo su coherencia no puede solucionar
los problemas materiales de la humanidad.
De todos los peligros que nos amenazan, éste es ciertamente el más
grave, pues estorba nuestra capacidad de actuar(39). ¿Cuál es el
motivo de este proceso y cuáles son sus síntomas?. La
razón de la decadencia de nuestra sociedad debe hallarse en la
decadencia de nuestro sistema de valores.
En unas pocas décadas, ha tenido lugar un cambio de velocidad
casi pasmosa en la manera de pensar de las personas.
Puede realmente describirse como una revolución cultural, si se
consideran sus consecuencias a largo plazo.
Las normas y los valores que la religión había establecido, que
habían sido apoyados, mantenidos con vida y considerados absolutamente
válidos durante más de dos mil años, y que incluso los racionalistas
de la ilustración en el siglo dieciocho reconocían como valores
racionales(40) fueron barridos en unas pocas décadas y reemplazados por
un variado pluralismo de nuevos conceptos de valor. Así
como en el curso de la enfermedad hay dos componentes que trabajan
juntos - la susceptibilidad del organismo bajo el ataque y el germen que
produce la enfermedad-, hay dos condiciones en las que debe hallarse el
motivo de la desintegración cultural: por un lado la debilidad del
sistema de valores existente que ha perdido su base trascendental y se
ha expuesto al cuestionamiento crítico y, por otra parte, un
racionalismo unidimensional(41), una actitud que no permite dar por válida
cosa alguna a no ser que pueda establecerse la razón empírica.
Esta forma de pensar, que ha demostrado su valor en los campos de
la ciencia y la tecnología y que asegura nuestras demandas materiales,
se hace problemática cuando se aplica a los valores y las normas
culturales. Brezinka ha
descrito las características de “un racionalismo unidimensional”
del modo siguiente: “El pensamiento racional es crítico, utilitario e
individualista. Pone en
tela de juicio las formas tradicionales de soberanía, religión, ley,
moral, ética y costumbre. Despoja
de su naturaleza vinculante a todo “Weltanschau
ung”(cosmovisión) no racional.
Afloja los lazos emocionales del orden convencional de la vida,
de sus ideales y de los que ostentan su autoridad.
Por un lado esto se experimenta como liberación, como un avance
en el conocimiento y en vistas a la acción, o como progreso moral e
intelectual. Pero, por otro
lado, el hombre necesita una visión estable de la vida y el mundo, una
seguridad emocional en una comunidad de almas semejantes en cuanto a su
mentalidad, una certeza en lo que respecta al estado de su alma y un
objetivo bien definido en la vida; y una actitud racionalista deja
insatisfecha esta necesidad”(42). Si
la demostración racional es el único instrumento de evaluación de una
norma ética, entonces una norma que exige la acción positiva sólo
puede reconocerse si se demuestra que es ventajosa para todos y una
norma que tiene una función de prohibición sólo puede reconocerse
cuando el daño social del acto prohibido sea evidente para todos(43).
Esta “actitud crítica de la mente”, que sólo reconoce
valores racionales, rechazará automáticamente la noción de deber
incondicional y la existencia de normas universalmente vinculantes.
Cada ser humano es entonces el juez supremo de las normas de su
estilo de vida y del orden social.
Este es el significado del nuevo ideal de “autodeterminación”
y “madurez”, mientras que el reconocimiento de una autoridad que no
pueda ser cuestionada y la observación de sus instrucciones es
rechazado despectivamente como “inmadurez”: “Se fomenta la ilusión
de cada uno, mediante sus propios esfuerzos mentales, será capaz de
darse cuenta de lo que debería hacer y será capaz de libre elección a
favor o en contra de lo que debería hacerse...
Así, el individuo, con sus deseos subjetivos, sus experiencias
azarosas, su conocimiento restringido y su comprensión limitada, es
investido con el derecho de considerarse a sí mismo la medida de todas
las cosas”, dice Brezinka. Él
mismo describe las consecuencias: “La fe en deberes absolutos es
reemplazada por una adaptación calculadora a las contingencias del
momento. El amor por los
ideales que exigen al hombre que venza su egocentrismo no puede surgir
en una sociedad en que se considera “progresista” durar de todo.
En la medida en que este amor disminuye, disminuye también la
motivación para ejercitarse en áreas éticas y la energía para
dedicarse sin egoísmo a tareas más elevadas....
En un clima espiritual así, el crecimiento del egoísmo va
acompañado de la difusión del pesimismo y el presentimiento de la
destrucción. Uno se hace
indiferente al bienestar de los demás y sólo se preocupa de conseguir
lo mejor para sí en la medida en que esto aún sea posible”(44). Además
de eso, el “poder normativo de los hechos reales”(45) también ha
afectado a los modelos morales: después de darse cuenta de la magnitud
de la brecha entre el código moral imperante(46) exigía demasiado de
la gente y, por tanto, no podía acceder a la validez.
Después de que la etnología y la sociología hubieran
demostrado la relatividad de los valores y conceptos morales, virtudes
honradas por el tiempo como la decencia, la humildad, la obediencia, el
respeto, la modestia, la autodisciplina, la pulcritud, la auto negación,
la fidelidad, la integridad, etc...., fueron “desenmascaradas”, bajo
el eslogan de “Emancipación”(47), como moralidad de la clase
explotadora, y los términos barridos del vocabulario común(48).
La educación de los niños según estos ideales fue rechazada
como “condicionante”, “manipuladora” y “paternalista”(49).
La familia(50) fue denunciada como forma de dominación gastada y
pasada de moda, como el “sistema autoritario de dominación social”,
como “la familia dictatorial burguesa”, como un “vacío pedagógico”,
como “completamente putrefacta”; se dijo que debería reemplazarse
por “formas alternativas de paternidad”. El matrimonio fue declarado un obstáculo para una relación
amorosa genuina(51) y debería relegarse “a un museo como el torno
para hilar”: “Una institución para los gansos grises, no para las
personas”(52). La relación
sexual ya no estaba restringida al matrimonio(53) y, según el lema: “¡Tu
cuerpo te pertenece!”, la satisfacción del impulso sexual fue
declarada un asunto completamente privado.
La jerarquía natural entre la gente, como la de padre –
hijo(54) o maestro – alumno, fue condenada como un obstáculo que
frustra todas las emociones más cálidas.
Cualquier forma de institucionalización de los valores morales
fue tildada de represión: “La moralidad dominante es la moralidad de
los que dominan”. En
el lugar de las normas establecidas por la religión se han puesto
puntos de vista, conceptos de valor y modelos de comportamiento
desarrollados por psicólogos y sociólogos del comportamiento.
Las escuelas, en las que la educación emancipatoria está
liberando a los jóvenes de la obligatoriedad de ciertas normas y
convicciones religiosas, debe actuar de catapulta para el cambio social
deseado. Deben liberar a los jóvenes para conducirlos a la
autodeterminación, la madurez(55), la autonomía y la libertad sin
restricciones tradicionales ni institucionales, sin reconocimiento de
los que ostentan la autoridad. Tal
educación también pretende preparar a los jóvenes para vivir en una
sociedad emancipada en la que cada cual decida por sí
mismo, pero en la que, sin embargo, esté garantizada la
coherencia social o, cuando la ilusión de la persona autónoma y
autodeterminante no es muy relevante, esta forma de educación pretende
vincular la persona a los nuevos ostentadores de la autoridad(56).
En lugar de dar una orientación básica y formar la conciencia
según ciertas normas, una forma de educación se autodescribe como
“antiautoritaria”(57) enseña un escepticismo profundo respecto a
los valores tradicionales y una desconfianza permanente respecto a la
sociedad(58) y respecto a todo tipo de modelo, institución y autoridad
que imponga limitaciones a nuestra libertad individual.
Los principios básicos de toda educación “progresista”
afirman que la autoridad es “tan dañina para la sociedad perfecta
como lo es para el desarrollo del individuo”(59). Sin embargo, el resultado de todo ello es la inseguridad, la
falta de orientación, la destrucción de todos los valores, la
arrogancia por parte de los así educados(60), “nuevos conflictos de
conciencia, nuevos sentimientos de inferioridad, un nuevo temor a la
vida, síntomas de todos ellos que pueden observarse en una gran
proporción de antiguos escolares y universitarios”(61), y que
conducen a la descomposición moral de la sociedad.
La verdad llana sobre la educación ya no se percibe: “Sólo
cuando una persona ha experimentado un largo período de obediencia a la
autoridad, ha sido forzado a sacrificar la satisfacción de sus impulsos
básicos, ha obedecido y ha experimentado la recompensa y el castigo, es
capaz de adquirir una conciencia independiente y la capacidad de
autodeterminación”(62). NOTAS: (38)
Aseverado en la conferencia que, con el epígrafe “Fe, Ciencia y
Futuro” se celebró en el Massachussets Institute of Technology del 12
al 24 de julio de 1979, organizada por la Asamblea Ecuménica de las
Iglesias (Süddeutsche Zeitung del 18.7.1979).Cf.
también en el ensayo de Günther Altnerr, “Zwischen
zerbrochenen Ideologien”, en Der Überlick. Zeitschrift
für ökumenische Begegnung und internationale Zusammenarbeit,
septiembre 1979, pp. 2-9. (39)
También Taylor considera la “cohesión social” el problema central
(How to Avoid the Future, p. 31). (40)
Incluso
Pierre Joseph Proudhon (1809-65) escribió: “L’homme est destiné á
vivre sans religion ...La loi morale... este éternelle et absolue...
Eh! Qui donc aujourd’hui oserait attaquer la morale?” (De la
creation de l’ordre dans l’humanité ou principes d’organisation
politique, p. 38 N°60). En la actualidad, atacar la moral ya no es
osado. (41)
D.
Bell, The Cultural Contradictions of Capitalism, p. 4 (42)
Erziehung
und Kulturrevolution, p. 15 (43)
Este
peculiar estado mental fue el cambio más importante ocurrido en el
siglo dieciocho: “La idea racionalista substituyó la tradición por
la utilidad social como criterio principal de las instituciones y los
valores sociales... Postuló
por tanto un único sistema válido, que empezaría a existir cuando
todo lo no explicado por la razón y la utilidad estuviera suprimido”
(J.L. Talmon, The Origins of Totalitarian Democracy, pp. 3 y sgs.).
En realidad sucedió lo contrario.
(44)
Erziehung
und Kulturrevolution, pp. 16 y sgs. (45)
La
expresión fue acuñada por Georg Jellinek, profesor de derecho
constitucional en la Universidad de Heidelberg. (46)
Como
en las investigaciones del informe Kinsey, por ejemplo. (47)
Con
referencia a éste término, véase W. Brezinka, op. Cit., pp. 151 y
sgs. 158; también Hans Maier en Protokoll 41, Bergedorfer Gesprächskreis,
p. 9; Karl Steinbuch, Maslos informiert, p. 190; Hans Jochen Gamm,
“Emanzipation: Schelüsselproblem der Erziehung” (Emancipación:
Problema Fundamental de la Educación), Die deutsche Schule (La Escuela
Alemana), Vol. 65, 1973, pp. 675-83. (48)
Véanse
ejemplos de palabras indeseables en W. Brezinka, op. cit., p. 56. (49)
Un
agresivo programa antieducacional defiende el liberarse de la educación.
Todo tipo de educación es en consecuencia “engaño”,
“abuso del niño”, un “crimen” y por lo tanto debe ser
“abolido”: “Los educadores son como comerciantes de droga que, en
primer lugar, vuelven adictas a sus víctimas, y luego estas adquieren
una dependencia real. Pero
todo fue innecesario y, tan pronto como uno ha visto claramente de qué
se trata, puede hacer una cura de desintoxicación” (Ekkehard v.
Braunmühl en un folleto publicado por la Asociación Alemana para la
Protección de los Niños y titulado “Erziehung? Nein danke!”(¿Educación?
¡No, gracias!). (50)
Haensch
sostiene que “desde una posición antiautoritaria y sexo – económica”,
el matrimonio y la familia burgueses ofrecen “un microcosmos de la
sociedad autoritaria; obligan a las personas a vivir en su interior
desde la infancia en adelante para adaptarse a las condiciones
autoritarias”. En su
opinión la familia impide a los niños, los jóvenes y los adultos
“desarrollar libremente su genitalidad” y, así, limita “sus
necesidades vitales”, transformándoles en “sujetos sumisos que
temen a la autoridad”. En
su opinión la familia convierte a los niños en “víctimas de la
opresión sexual”, por lo cual estos niños más tarde oprimen a
otros: “La represión sexual reduce la capacidad de crítica y
condiciona la mente a aceptar ideales que en realidad son contrarios a
los intereses reales del individuo” (Repressive Familienpolitik, pp.
37 y sgs.). W. Brezinka (p.
126) señala según su interpretación sexual – anarquista de la
familia que sólo fomenta “una ruptura radical con la estructura
tradicional de la familia, como la que tiene lugar en la ‘familia
abierta’, las ‘comunidades familiares’, las ‘comunas’,
etc.”, pueden conducir a formas de vida colectiva que “aspiran a
crear un nuevo ser humano en una sociedad revolucionaria” (Bookhagen,
Kindererziehung in der Kommune – La Educación de los Niños en la
Comuna -; véase, para más referencias, W. Brezinka, op. cit., pp.
126-185). Una red de
amistades íntimas, de amigos unidos que forman un núcleo y de amigos
vinculados al grupo, debe reemplazar a la familia.
Esta formación “dará forma, con el tiempo, a la nueva
estructura social”(Rolf Schwendter, Theorie der Subkultur, p. 142,
refiriéndose a James W. Ramey). Una
investigación en los Estados Unidos evidencia en qué medida ha
progresado la degeneración de la familia.
Solo un 37% de la población vive en familias.
En la República Federal de Alemania el deseo de casarse también
está disminuyendo. Según
una afirmación de la oficina Federal de Estadística de Wiesbaden, sólo
se celebraron 370.265 bodas en 1974, comparadas con las 530.640 de 1962. En el mismo período el número de divorcios aumentó de
49.580 a 98.584 (Rhein – Neckar – Zeitung del 17.10.1979). (51)
“Sólo
los que fueron moralmente destrozados en una medida determinada en su
infancia, desean, estar dispuestos o son capaces de contraer matrimonio,
pero en el matrimonio son entonces destrozados completamente, pues en el
matrimonio, una vez desaparecida la novedad y la primera intoxicación,
ya no pueden satisfacer sus necesidades y deseos sexuales”. Así, se
equipara el matrimonio a una “amputación voluntaria de las
necesidades sexuales” (Herbert Amend, Sex frond, p. 78). Edwuard
Shorter describe el declive del matrimonio en el mundo occidental en The
Making of the Moder Family, New York, Basic Books, 1975. (52)
Rolf
Schwendter, Theorie der Subkultur, p. 218.
Mientras
que la institución del matrimonio se ve crecientemente reemplazada por
el concubinato, éste a su vez será desbancado por un nuevo desarrollo.
Soledad es la palabra. Las
personas ya no quieren tomarse la molestia que conlleva vivir con otra
persona. Viven solos, pero no duermen solos. Se les llama “solteros”.
La consecuencia de este modo de vida “sin conflictos”:
soledad y aburrimiento. Recientemente,
sin embargo, se han sostenido opiniones que indican una tendencia
diferente. Un buen número
de personas han empezado a darse cuenta de que la promiscuidad no
conduce a la felicidad sino a la frustración, porque, como ya ha señalado
Erich Fromm, la promiscuidad es solamente otra forma de huida y una
adicción como el alcoholismo o la drogodependencia (cf. Gabrielle
Brown, The New Celibacy, New York, McGraw Hill, 1979). (53)
Después
de que la prohibición del concubinato fuera revocada en los estados
alemanes durante los años sesenta, ahora se está preparando el camino
para otorgar al concubinato la misma situación legal del matrimonio.
En una resolución del 15.1.1980, el tribunal administrativo de
Berlín concedió a los funcionarios que viven en circunstancias
similares al matrimonio un aumento de sueldo normalmente concedido, bajo
las leyes federales sobre salarios, a personas casadas.
La resolución se basa en un cambio de opinión durante la última
década: la decisión de vivir con alguien más, en una relación
permanente sin un contrato formal de matrimonio, se acepta como decisión
personal de la pareja en cuestión (Neue Juristische Wochenschrift, Heft
19, 1980, p. VI). (54)
La
medida en que el ataque a los valores tradicionales determina ya los
objetivos educacionales viene demostrada por los libros de lectura
escolares aprobados por las autoridades educativas en muchos de los
Estados de la República Federal Alemana.
En el libro de texto de estudios sociales para los grados séptimo
al noveno (ed. K.G.
Fisher, 2ª. Ed.,
Stuttgart 1973) hallamos la siguiente cita en las pp. 99 y sgs., en el
capítulo “La Familia”: “La familia nuclear es una institución
que derrocha una cantidad tremenda de tiempo y dinero... Se ha de haber
experimentado para darse cuenta de lo asquerosa y estúpida que es.
Esta sensación de estar atado...” Un poema sobre el Adviento
en el Fischer – Taschenbuch 1147 (pp. 300 y sgs.), recomendado para el
nivel secundario y según las directrices de uno de los estados alemanes
dice: “Advent,
Advent, die Stube brennt,/ mit Tepic un Gardinen./ Der Papi brennt, die
Mami brennt/ und ich fress Apfelsinen./ Papili und Mamili,/ die wollten
mich enterben,/ der Tierverein soll Erbe sein,/ drum müssen sie jetzt
sterben./ Ich hatte schon als lieber Sohn/ mir oft gewünscht im
Stillen,/ bei Gelegenheit – zur Weihnachtszeit / - die Eltern wie Hühner
zu grillen“ (Adviento, Adviento, la habitación está ardiendo, con
sus alfombras y cortinas. Papá
está ardiendo, Mamá está ardiendo, y yo como naranjas.
Papá y Mamá quisieron desheredarme; la sociedad protectora de
los animales había de ser su heredera, por lo cual deben ahora morir.
Siendo su hijo querido, a menudo había deseado en secreto,
cuando se diera la ocasión – en Navidad – asar a mis padres como
pollos). (55)
Cf.
W. Brezinka, Erziehung und Kulturrevolution, p. 148.
Más
información sobre éste concepto en este mismo capítulo. (56)
Sobre
el tema en conjunto véase Cl. Günzler,
Anthropologische und ethische Dimensionen der Schule, Friburgo, Munich
1976. (57)
Véase
W. Brezinka, op. cit., pp. 166 y sgs.; Monika Seifert pide que se les
permita a los niños “crecer sin sentimientos de culpa, a saber,
libres de lo que llamamos moral” (“Antiautoritäte Erziehung”,
Educación antiautoritaria), en S.H. Fraiberg, Das verstandens Kind, p.
306). (58)
Esta
crítica a la autoridad surge de la experiencia directa de una autoridad
anacrónica y por lo tanto irreal, y de la utilización tecnocrática
del hombre para la máquina económica (Véase H. Marcuse, One-
Dimensionalman). (59)
H.
Schelsky, Die Arbeit tun die anderen, p. 411 (60)
Los
resultados de este tipo de educación son “jóvenes que dan por
supuesto que la autodeterminación “se puede conseguir” sin tener
que trabajar en uno mismo”(h. Schelsky, op. cit., p. 414). (61)
H. Schelsky, op. cit., p. 411; véase también la nota 247 de este capítulo.
Vinculado a ello la drogodependencia en aumento, la huida a un
mundo interior estimulado químicamente y el aumento amenazador del
consumo de alcohol. (62)
W.
Brezinka, Erziehung und Kulturrevolution, p. 169.
LECTURA
N° 02 EL HOMBRE NUEVOSU
NECESIDAD
Los
dos grandes filósofos decimonónicos, Friedrich Nietzsche y Karl Marx,
esperaban la llegada de un hombre nuevo.
Nietzsche, que pidió el fin de la “moral esclava” cristiana
y el retorno a la “inocencia de la existencia”, previó la llegada
del “superhombre”. Marx
proclamó el fin de la moral tan pronto como la sociedad fuera
suficientemente moral como para que el hombre pudiera prescindir de la
moral, del Estado y de la religión. El alejamiento del cristianismo anunciado por ambos
pensadores, y puesto ahora en práctica por innumerables personas,
“dio de hecho origen a la decadencia de la vieja moral sin crear un
nuevo ethos social: el nacimiento del hombre nuevo es ahora más
cuestionable que nunca”(1); y sin embargo cada día se hace más
evidente que la supervivencia de la humanidad no es, en el fondo, un
problema de tecnología sino de las concepciones de los valores y
objetivos de los individuos y los pueblos(2) y del advenimiento de una
conciencia humana nueva. Esto
es algo que hoy se reconoce con cada vez mayor claridad.
En su tiempo, Albert Einstein ya se pronunció al respecto:
“Nuestro mundo está amenazado por una crisis de tales dimensiones que
parece haber dejado atrás a aquellos cuyo poder incluye, para bien y
para mal, las decisiones más importantes.
La fuerza liberada del átomo lo ha cambiado todo salvo nuestro
pensamiento. Por consiguiente, nos dirigimos hacia una catástrofe sin
precedentes. Si la
humanidad debe sobrevivir, necesitaremos un modo de pensar
substancialmente nuevo”(3). Resumió
nuestra era como un “tiempo de medios consumados y fines caóticos”(4). El
erudito americano Grover Foley tampoco ve el problema básico de nuestra
crisis existencial en la tecnología, sino en el hombre mismo, que es
tecnológicamente “un gigante, moralmente un enano”(5), que tiene
“el conocimiento de la era atómica y la madurez emocional del
Neandertal”: “Nos hemos convertido en dioses antes de aprender a ser
hombres”(6). Foley pide
un “cambio total en nuestros objetivos y valores, tan radical como una
antigua conversión religiosa”(7), y pregunta: “¿Quién creará un
hombre nuevo para nosotros?”(8).
Su referencia a una “antigua conversión religiosa” indica
que no espera que este cambio trascendental provenga de la ciencia.
Declara con resignación: “La teoría de que la solución final
radica únicamente en la creación de hombres nuevos no es exactamente
alentadora; de hecho es más inquietante que todas las demás
realidades. Comparada con
la tarea de cambiar a los hijos de Adán, la desintegración del átomo
parece un juego de niños”(9). Foley
busca valores nuevos, una nueva ética y una nueva religión.
Este reconocimiento está aumentado.
Carl Friedrich von Weizsäcker pide un “cambio global de
conciencia que comprenda la persona en su conjunto”(10), y, como ya se
ha dicho, Erich Fromm ve la única posibilidad de supervivencia del
hombre en un cambio de conciencia radical y motivado religiosamente, en
un pensamiento nuevo, en un hombre nuevo(11). El
hombre nuevo, lo único en que podemos situar nuestras esperanzas si
queremos escapar al impulso que, como un ratón, nos aproxima a la
autodestrucción, al deseo paranoico de extinción y a la catástrofe
preprogramada, es un hombre capaz de sobrevivir, adaptado a las nuevas
condiciones. Con seguridad
no será la “personalidad emancipada”, el ser humano que está
alienado de todas las normas y las convicciones religiosas, sin moral ni
Weltanschauung. Lo que ya existe puede ser destruido con el arsenal de
actitudes negativas a su disposición, tales como la desconfianza, la búsqueda
del conflicto, la crítica negativa y la impaciencia por la acción
(12), pero no puede construirse nada nuevo con ello. Tampoco
la ciencia puede crearnos al hombre nuevo.
Hay algunas teorías disparatadas sobre la posibilidad de
engendrar un nuevo tipo de ser humano por medios biológicos, por
ejemplo manipulando los genes o, como Heinrich Himmler vanamente
imaginara en la organización de la SS, mediante la selección racial.
Estas ideas proceden de una concepción materialista del hombre
que lo reduce a su naturaleza biológica e instintos animales.
La manipulación de los genes o la ilusión de la selección
racial son incapaces de contribuir al asunto de que se trata, que es el
de un modo de pensar substancialmente nuevo: “Mens agitat
molem”(13). “El espíritu
da forma al cuerpo para habitarlo”(14). La
ciencia no puede acusar un cambio de conciencia ni discernir nuevos
modelos de valor, y mucho menos establecer modelos absolutos. Las religiones reveladas son las que siempre han triunfado en
llevar a cabo un cambio en el hombre.
Cada una de ellas ha causado un cambio así y ha producido un
nuevo tipo de hombre, ha reorientado la vida de la comunidad hacia
objetivos y valores nuevos, venciendo así lo que estaba socavando a la
sociedad, a saber, el pensamiento antagónico sobre las cuestiones
centrales de la vida, el pluralismo de opiniones no comprometidas y el
carácter no obligatorio de todas las normas y objetivos NOTAS: (1)
Erich
Kellner, en Religionslose Gesellschaft, Prefacio, p. 11 (2)
Cualquiera
que piense: “Primero está la comida, después la moral” (Bertolt
Brecht, La ópera de tres reales) puede observar que en un futuro no
demasiado lejano sin moral no habrá más “comida”. (3)
Citado
de Josef Rattner, Psychologie des Vorurteils, p. 10, con una lista de
fuentes de información. (4)
Citado
de J. Schwartländer, “Der Tod undie Würde des Menschen”, p. 10. (5)
“Una
raza de enanos imaginativos, que pueden alquilarse para cualquier
cosa” (Bertolt Brecht, Galileo, escena 14). (6)
“Sind
wir am Ende?”, p. 741. (7)
Op.
Cit., p. 749 (8)
Op.
Cit., p. 747. (9)
Ibid (10)
Wege
in der Gefahr, p. 137 y sgs. (11)
¿Tener
o ser?, pp. 162-3. (12)
“Las
extendidas diferencias que existen entre la humanidad y el predominio de
la sedición, la controversia, el conflicto, etc., son los factores básicos
que provocan la aparición del espíritu satánico.
Sin embargo, el Espíritu Santo siempre ha rehuido estas
cuestiones. Un mundo en el
que no se percibe más que lucha, peleas y corrupción, está destinado
a convertirse en la sede del trono, la misma metrópolis, de Satanás”
(Bahá’u’lláh, Lawh-i-Maqsúd, Tablas, p. 206-7). (13)
Virgilio,
La Eneida, Libro VI, 727. (14)
Friedrich
y Schiller, Wallenstein, Acto 3, escena 13 LECTURA
N° 03 SOBRE LA GENEALOGÍA DE LAS NORMAS ÉTICAS ¿Qué
es la justicia? Como la pregunta de Pilatos, “¿Qué es la
verdad?(139)”, esta es una de las eternas preguntas de la humanidad.
El filósofo legista Hans Kelsen comenta que ninguna otra
pregunta ha hecho reflexionar tan profundamente a las mentes más
eminentes desde Platón a Kant, que ninguna otra pregunta ha costado
tanta sangre valiosa, tantas lágrimas amargas, y afirma: “Y sin
embargo, esta pregunta no ha sido hoy contestada más de lo que nunca
haya sido”(140). Los versículos
de Bahá’u’lláh citados aquí son la respuesta a esta pregunta de
la justicia. Son la base
teológica del establecimiento de toda ley y toda moral personal en la
tierra. Así,
la base de los valores éticos fundamentales radica en la revelación
divina. No hay ley moral
independiente de Dios, ni ninguna ley natural a la que Dios esté
comprometido. La suposición
de que existe un orden natural preordenado de la moral independiente de
Dios sería, en el sentido coránico, shirk, el mayor de los pecados,
que Dios no perdona(141). Únicamente
la voluntad divina decide qué es bueno y qué es malo: “Pero Dios
hace lo que quiere”(142). “No
debe ser preguntado acerca de sus actos”(143).
Para el tipo de pensamiento religioso basado en una religión
monoteísta revelada, esta concepción voluntarista es la lógicamente
obligatoria. Para la religión
mosaica, el Tora es la ley revelada fundamental del mundo moral puro y
simple(144). Para el musulmán,
el Corán y la sunna(145) del profeta(146) son la quintaesencia de toda
moral y toda ley. También
San Pablo(147), y San Agustín y Duns Scoto(148) partiendo de él,
mantuvieron esta opinión: “Pero
no hay ninguna ley por encima de Dios, su voluntad crea primero todas
las leyes que existen, por esto su acción es tal como Él obra, siempre
y necesariamente correcta y ordenada...
Dios actúa, tal como actúa, siempre justamente.
No está comprometido a ningún orden ideal previo, sino que
todas las leyes son ordenanzas contingentes de la voluntad de
Dios”(149). Calvino también
considera que el origen de toda ley es la insondable voluntad de Dios:
“Adeo enim summa est iustitiae regula Dei voluntas, ut quidquid eo
ipso quod vult iustum habendum est”(150).
Por lo tanto, la obligación no se encuentra, como enseñó Santo
Tomás de Aquino, en el ser(151), sino en la voluntad de Dios.
No es la realidad sino la ley divina el fundamento de la ética.
La ética no debería ser gobernada por las cosas como son, sino
por normas relacionadas con valores supremos.
El papel de la razón en la esfera de la moral revelada es
reconocer el énfasis de los valores prescritos y supremos, y su relación
de tensión recíproca, y materializar estos valores en la multiplicidad
de la vida práctica y las situaciones históricas cambiantes. La
concepción aquí sostenida está en contradicción directa con la
filosofía moral de Emmanuel Kant.
Según Kant, las exigencias del imperativo categórico son sólo
reconocidas por la razón. Dios
no es el creador de la ley moral; el orden moral está por encima de Él.
Su existencia es simplemente un postulado de la razón práctica
para completar la ley moral -¡no para establecer su base!-.
Por tanto, para Kant la religión es simplemente la continuación
de la filosofía moral hasta el “conocimiento de todos nuestros
deberes como mandatos divinos”(152).
Según Kant, la moral conduce “directamente a la religión, por
medio de la cual se desarrolla hasta la idea de un despótico legislador
moral sin el hombre”(153). El
desarrollo descrito al principio de este libro, la emancipación de la
moral en la sociedad secular, demuestra lo contrario: no es la moral lo
que conduce a la religión, sino la religión a la moral, y la
estructura de la moral se derrumba cuando se destruye su base, la religión. La
moral católica también extrajo las normas de una vida moral de la
fuente de la revelación divina y de la ley natural reconocida por la
razón. En la enciclopedia
Christliche Religion publicada por Fischer en 1957, Heinrich Fries se
refería a la revelación y describió una doctrina moral filosófica
interpretada exclusivamente como “completamente inapropiada” para la
salvación sobrenatural del hombre(154), ya ha tenido lugar un cambio
fundamental en la teología moral católica bajo la influencia del
pensamiento secular. Ya no
hay normas cristianas de moral inalterables. Los conceptos éticos son autónomos y reconocidos por la razón.
Según el teólogo moral católico Alfons Auer, que enseña en
Munich, la “autonomía de la moral” no es “sólo una aproximación
posible para el teólogo, sino, al menos en la sociedad actual, la única
sensata(155). Su tesis:
“El hombre alcanza cierto conocimiento de su ser y así también del
orden moral a través de su razón... La racionalidad de la moral surge
de la naturaleza racional del hombre...
La racionalidad de la moral implica su autonomía”.
El hombre puede “entender perfectamente bien la naturaleza
entera de su existencia en el mundo y por tanto también la esencia
decisiva de la moral sin el conocimiento expreso de Dios”(156).
La referencia para el reconocimiento de los valores genuinos,
para la distinción entre el bien y el mal, según Auer, radica en la
“consonancia o disonancia” de nuestros modelos de comportamiento
“con la dinámica fundamental de la evolución”(157).
Pero, ¿cómo puede alguien saber con tanta precisión qué es lo
verdaderamente consonante con su dinámica fundamental?. El
teólogo católico de Tubinga, Herbert Haag, también considera que el
hombre averigua, a partir de su conocimiento de las condiciones históricas
y sociales, “cómo dirigir su vida para que triunfe” y concluye:
“Los jóvenes teólogos de la moral están de acuerdo en que, en
cuanto al contenido, no puede haber ninguna moral específicamente
cristiana. El
comportamiento moral de un cristiano no difiere en ningún sentido del
comportamiento moral de un no cristiano que vive bajo las mismas
condiciones culturales y sociales.
En consecuencia, la conciencia moral del cristiano se basa en el “Humanun”(158).
En la concepción de Auer, la articulación de las obligaciones
morales sólo es posible “en el diálogo de las ciencias”(159).
Puesto que las diversas disciplinas de las ciencias humanas
transmiten un conocimiento de principios que a menudo es sustituido al
cabo de sólo una década, Auer considera “puesta de manifiesto toda
la miseria de la teología moral y la ética”, pues el desarrollo
creativo de la conciencia ética a la luz del conocimiento científico,
que está en continuo cambio y nunca es libre de ambigüedades, conduce
a un “continuo estado de reflexión ética” que sólo unas pocas
personas “pueden alcanzar sin riesgo de neurosis”(160).
La cuestión es entonces si queda algo específicamente
cristiano en la doctrina moral cristiana.
La respuesta es: “El horizonte del sentido y la motivación de
la moral”(161). El
congreso internacional de los teólogos de la oral alemanes en Munich en
septiembre de 1979 también refleja esta reorientación teológica, que
Auer describió allí como una “evolución impuesta por la
historia”(162). Este
cambio de concepción en los problemas teológicos fundamentales
demuestra en qué medida las posiciones antaño inconciliables del
pensamiento católico y el “moderno”, que en los años veinte aún
provocaban una violenta controversia(163), han sido niveladas por la
incursión del modernismo y el constante avance de la secularización. También
para la teología evangélica el ethos cristiano no significa
vivir bajo la ley de unas normas reveladas y absolutas, sino “muy
simplemente la vida vivida en el reconocimiento de la realidad de Dios y
en comunidad con Él. Todo
lo demás se sigue del hecho de que podemos estar junto a Él en su
amor”(164). El teólogo
protestante Eberhard Jüngel profesa en consecuencia la opinión de que
“el ethos cristiano no es gobernado por una ética de valores,
porque ‘vivir de la verdad’ es
lo mismo en el Evangelio que ‘existir en amor’(165). Tal
y como están las cosas, la teología moral cristiana se encuentra en un
dilema doble. Por una
parte, la descristianización del mundo anteriormente cristiano ha
avanzado hasta tal punto que el cristianismo moderno ya no está
preparado para aceptar normas prescritas sin justificación racional, lo
cual significa que ya se han descartado las normas menos accesibles para
la justificación racional(166). Por
otro lado, la teología cristiana es prisionera de su punto de vista de
exclusivismo e irrevocabilidad. Puesto
que la totalidad de lo divino se manifestó a la humanidad a través de
Jesucristo, tiene que arreglárselas con lo que tiene.
Una ética social que depende de los tiempos cambiantes no puede
fundamentarse sobre normas bíblicas, que fueron moldeadas para
adaptarse a unas condiciones completamente diferentes(167).
Para el cristianismo sólo pueden ser concebidas racionalmente.
Los valores tradicionales de la ética personal se han vuelto
anticuados con el transcurso de dos mil años y se han vuelto tan
difusos como consecuencia de muchas interpretaciones divergentes que
existe obviamente una gran tentación de, en lugar de seguir manteniéndolos
de un modo fundamentalista, estipular una moral autónoma y fundamentada
racionalmente con un sentido cristiano y motivaciones cristianas.
Hay otra cosa más que debe ser reconocida en este contexto:
aquel que se haya convencido de la posibilidad de una ética racional
autónoma, y que no esté molesto por el pluralismo actual de los
valores y la desaparición de las ideas éticas, será también incapaz
de ver ninguna necesidad de nueva guía de Dios, de una nueva Revelación. NOTAS: (139)
Juan 18:38. (140)
Was
ist Gerechtigkeit?, p.1. (141)
“Dios no perdonará que unan a otros dioses consigo mismo.
Otros pecados si los perdonará a quien Él quiera; pero el que
une dioses con Dioses, ha cometido una gran equivocación” (Corán
4:116; compárese también 31:12).
Compárese también Goldziher, Vorlesungen uber den Islam, pp.41
y 107; también en ese contexto, Exod. 20:4. (142)
Corán 2:254; 14:32 (143)
Corán 21:23; compárese con el capítulo 10 de este libro. (144)
“Pues el racionalismo monoteísta, la religión natural y, de este
modo parecido, la ley natural, no pueden ser un fundamento suficiente;
para ella, el único fundamento es un único Dios.
Este,
sin embargo, se vuelve idéntico a la moral” (Hermann Cohen, Religion
of Reason out of the sources of Judaism, p. 353) (145)
La vida ejemplar del profeta, todas sus palabras y obras, como se
transmiten mediante los hadith. Véase
Goldziher, Vorlesungen uber den Islam, pp. 36 y sgs. (146)
“Todas las condiciones de la vida privada y la pública son los temas
de una doctrina religiosa del deber” (Goldziher, op. Cit.,
p. 50). (147)
Rom. 9:14 y sgs. (148)
(1270-1308) op. Oxoniense I d. 44 qu.un.n.l; II d.7 qu.un.n.
18. (149)
Hans
Welzel, Naturrecht und materiale Gerechtigkeit, p. 72. (150)
Institutio,
III, 23,2. (151)
Compárese
J. Pieper, The Human Wisdom of St. Thomas, p. 10, N° 46. (152)
Religion
within the limits of Reason Alone, Sección 4, Parte 1, p. 170. (153)
Op.
Cit., Prólogo a la primera edición, IX, p. 6 (154)
Cap.
2 (155)
Autonome
Moral und christlicher Claube, p. 12 (156)
Op.
Cit., pp. 28-30. Aparentemente
no le irrita la pregunta obvia sobre el porqué del predominio, en tal
caso, de un pluralismo de las más variadas opiniones sobre el problema
del bien y el mal, y del porqué de tantas opiniones divergentes sobre
la eutanasia, el aborto, el control de la natalidad, la violencia, el
matrimonio, la homosexualidad, etc., y del porqué de todas las personas
razonables que piensan de modos tan diferentes y no pueden conseguir un
consenso en estos asuntos vitales. (157)
Autonome
Moral und christlicher Glaube, p. 72, con referencias a L. Monden, Sünde,
Freiheit un Bewusstsein, Salzburgo 1968, pp. 94-7. (158)
“Vor
dem Bösen ratlos?” en Zur Debittle, temas de la Academia Católica de
Baviera, 1979, Publicación 2. (159)
Autonome
Moral und christlicher Glaube, p. 47 (160)
Op. Cit., pp. 46-7 (161)
Alfons
Auer, Autonome Moral und christlicher Glaube, Prefacio; similarmente
Herbert Haag, véase nota 158; sobre el tema en conjunto véase también:
Franz Böckle, Fundamentalmoral, Munich 1977. (162)
Süddeutsche
Zeitung del 24.9.1979 (163)
Compárese
Mecer y Pribilla, Katholisches und modernes Denken. (164)
Rudolf
Stählin, en Christliche Religion Das Fischer – Lexikon, p. 81. (165)
“Wertlose
Wahrheit”, en Carl Schmitt, E. Jüngel, S. Schelz, Die Tyrannei der
Werte, pp. 5, 47 y sgs. (166)
La
virtud de la castidad (para más detalles véase cap. 10) no puede, por
ejemplo, derivarse concluyentemente ni del saber de las ciencias humanas
ni de las ideas antropológicas. Existen
normas que no se pueden someter a prueba de modo lógicamente
imperativo. (167)
La
teología islámica se encuentra en un dilema similar: o interpreta
normas ya inadecuadas para el momento (en especial las regulaciones
penales del Corán), o permanece fundamentalista y continúa practicando
lo que hoy produce repugnancia y horror, contribuyendo así
involuntariamente al desencanto general con respecto a la religión.
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