Revista Jurídica Cajamarca |
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Igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeresAbdú'l-Bahá (*) |
La igualdad de los sexos
Av. de Camoëns 4 11 de noviembre
El décimo principio de la Enseñanza de Bahá'u'lláh es la igualdad de los sexos. Dios ha creado a todas las criaturas en parejas. El ser humano, la bestia o los vegetales, todo en estos tres reinos es de dos sexos, y entre ambos existe igualdad absoluta. En el mundo vegetal existen plantas macho y plantas hembra; tienen iguales derechos, y comparten por igual la belleza de su especie; aunque en verdad, el árbol que produce frutos podría decirse que es superior al que no los produce. En el reino animal vemos que el macho y la hembra tienen iguales derechos, y que cada uno de ellos participa de los beneficios de su clase. Ahora
bien, en los dos reinos inferiores de la naturaleza hemos visto que no
se plantea la cuestión de la superioridad de un sexo sobre el otro.
En el mundo de la humanidad encontramos una gran diferencia; el
sexo femenino es tratado como si fuese inferior, y no se le conceden
los mismos derechos y privilegios. Esta condición no es debida a
la naturaleza, sino a la educación. En la Creación Divina no
existe tal distinción. A la vista de Dios, ningún sexo es superior
al otro. ¿Por qué, entonces, un sexo debe afirmar la inferioridad
del otro, adjudicándose derechos y privilegios como si Dios les
hubiese concedido Su autoridad para tal modo de actuar? Si las
mujeres recibieran las mismas oportunidades educativas que los
hombres, el resultado demostraría la igualdad de capacidades de
ambos para la adquisición del saber. En ciertos aspectos, la mujer es superior al hombre. Posee un corazón más tierno, es más receptiva y su intuición es más intensa. No se puede negar que, en varios sentidos, la mujer actualmente está más atrasada que el hombre, pero esta inferioridad temporal se debe a la falta de oportunidades educativas. En las necesidades de la vida, la mujer posee un instinto más poderoso que el del hombre, pues él le debe a ella su propia existencia. Si
la madre es educada, entonces sus hijos serán bien instruidos. Si
la madre es sabia, entonces sus hijos serán guiados hacia el camino
de sabiduría. Si la madre es religiosa, enseñará a sus hijos cómo
deben amar a Dios. Si la madre tiene moral, guiará a sus pequeños
por los senderos de la rectitud. Es evidente, entonces, que las generaciones futuras dependen de las madres de hoy. ¿No es ésta una responsabilidad vital para la mujer? ¿No necesita todas las ventajas posibles para capacitarse para semejante tarea? Por consiguiente, con seguridad no agrada a Dios que un instrumento tan importante como es la mujer sufra de falta de instrucción, tan necesaria para el logro de la deseada perfección, indispensable para la gran obra de su vida. La Justicia Divina demanda que los derechos de ambos sexos sean igualmente respetados, puesto que ninguno de ellos es superior al otro ante los ojos del Cielo. La dignidad ante Dios no depende del sexo, sino de la pureza y luminosidad del corazón. ¡Las virtudes humanas pertenecen a todos por igual! La mujer deberá esforzarse, pues, por alcanzar la mayor perfección, por ser igual al hombre en todos los aspectos, por progresar en todo aquello en lo que ha estado postergada para que el hombre se vea obligado a reconocer su igualdad en capacidad y logros. En Europa, las mujeres han realizado mayores progresos que en Oriente, pero ¡aún hay mucho por hacer! Cuando los estudiantes llegan al término del año escolar se realiza un examen, cuyo resultado determina el conocimiento y capacidad de cada estudiante. De igual modo ocurrirá con la mujer; sus acciones demostrarán su poder, sin necesidad de proclamarlo con palabras. Es mi esperanza que las mujeres de Oriente, así como sus hermanas de Occidente, progresen con rapidez hasta que la humanidad alcance la perfección. La Munificencia de Dios es para todos y proporciona poder para todo progreso. Cuando los hombres reconozcan la igualdad de las mujeres no será necesario que ellas luchen por sus derechos. Uno de los principios de Bahá'u'lláh es, por tanto, la igualdad de sexos. Las
mujeres deben hacer el mayor esfuerzo por adquirir poder espiritual y
por desarrollar las virtudes de la sabiduría y la santidad hasta
que su entendimiento y su esfuerzo logren la unidad del género
humano...
(*) Filósofo persa (1844-1921). Autor de las obras "Filosofía Divina", "Fundamentos de Unidad Mundial", "Secreto de la Civilización Divina", "Respuestas a algunas preguntas", entre otras. El presente texto ha sido extraído de la obra "Sabiduría de Abú'l-Bahá", la misma que contiene una serie de sus conferencias dadas en París y Londres, entre 1911 y 1913. |
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