Revista Jurídica Cajamarca

 
 

 

Principios para el establecimiento de un nuevo orden social

'Abdú'l-Bahá (*)

 


 

Los once principios extraídos de las Enseñanzas de Bahá'u'lláh,

desarrollados por ‘Abdu'l-Bahá en París

París, 1911.[1]

1.-      La investigación de la verdad.

2.-      La unidad de la humanidad.

3.-      La religión debe ser causa de amor y afecto.

4.-      La unidad de la religión y la ciencia.

5.-      Abolición de los prejuicios.

6.-      Igualdad de oportunidades en los medios de subsis­tencia.

7.-      La igualdad de las personas ante la ley.

8.-      Paz universal.

9.-      No interferencia de la religión y la política.

10.-      Igualdad de los sexos - Educación de la mujer.

11.-      El poder del Espíritu Santo.

 

Sociedad Teosófica

Desde mi llegada a París me han hablado de la Socie­dad Teosófica, y sé que está compuesta por hombres muy hon­rados y respetados. Sois personas de in­telecto y de juicio, con ideales espirituales, y es un gran placer para mí ha­llarme entre vosotros.

Agradezcamos a Dios por habernos reunido esta tarde. Me llena de una gran alegría, pues veo que sois buscadores de la verdad. No estáis cautivos por las cadenas del pre­jui­cio, y vuestro mayor anhelo es conocer la verdad. ¡La ver­dad puede ser comparada con el sol! El sol es un cuerpo luminoso que dispersa todas las sombras; de igual modo la verdad disipa las sombras de nuestra imaginación. Del mismo modo que el sol proporciona vida al cuerpo de la humanidad, así la verdad otorga vida a las almas. La ver­dad es un sol que amanece por diferentes puntos del hori­zonte.

Algunas veces el sol surge del centro del horizonte; en verano lo hace más hacia el norte, en invierno más hacia el sur, pero es siempre el mismo sol, aun cuando sean dife­ren­tes los puntos de su amanecer.

De igual manera, la verdad es una, aunque sus manifes­taciones puedan ser muy diferentes. Algunas personas tie­nen ojos, y ven. Veneran al sol, cualquiera que sea el punto del horizonte desde el cual aparezca; y cuando el sol ha de­jado el cielo invernal para aparecer en el cielo de verano, saben cómo encontrarlo nueva­mente. Hay otras que sólo veneran el punto del cual amaneció el sol, y cuando ama­nece con toda su gloria desde otro lugar, conti­núan en contemplación delante del punto de su anterior aparición. Lamentablemente, estas personas están privadas de las bendiciones del sol. Aquellos que en ver­dad adoran al sol, lo reconocerían en cualquier lugar en que pudiera aparecer, e inmediatamente volverían sus rostros hacia su resplan­dor.

Debemos adorar al sol en sí mismo, y no meramente el lugar donde aparece. De igual manera, las personas de co­razón iluminado veneran la verdad cualquiera que sea el horizonte donde aparece. No están circunscritas a la perso­nalidad, sino que siguen la verdad, y están capacita­das para reconocerla sin importar el lugar de donde pro­venga. Es esta misma verdad, la que ayuda a la humani­dad a pro­gre­sar, la que otorga vida a todos los seres crea­dos, pues ella es el Árbol de Vida.

En sus enseñanzas, Bahá'u'lláh nos da la explicación de la verdad, y deseo hablaros brevemente acerca de ello, pues veo que estáis capacitados para comprenderlo.

El primer principio de Bahá'u'lláh es:

La investigación de la verdad

El ser humano debe liberarse de todo prejuicio y de los productos de su propia imaginación, para que pueda in­vestigar la verdad sin obstáculos. La verdad, en todas las religiones, es sólo una, y por medio de ella puede llevarse a cabo la unidad del mundo.

Todos los pueblos tienen en común una creencia fun­da­mental. Siendo una, la verdad no puede ser dividida, y las diferencias que parecen existir entre las naciones no son sino el resultado de su apego al prejuicio. Si sólo investiga­ran la verdad, los seres humanos se verían unidos.

El segundo principio de Bahá'u'lláh es:

La unidad de la humanidad

El único Todoamoroso Dios otorga Su Divina Gracia y Su Favor a toda la humanidad; todos y cada uno son sier­vos del Altísimo, y Su benevolencia, Su misericordia y Su amorosa bondad se derraman sobre todas Sus criatu­ras. La gloria de la humanidad es la herencia de cada una de ellas.

Todos los seres humanos son las hojas y los frutos de un mismo árbol; todos ellos son ramas del árbol de Adán, to­dos tienen el mismo origen. La misma lluvia ha caído so­bre todos ellos, el mismo sol ardiente les hace crecer, todos se refrescan con la misma brisa. Las únicas diferencias que existen y que los mantienen apartados son éstas: hay niños que necesitan ser guiados, ignorantes que deben ser ins­truidos, enfermos que deben ser atendidos y curados; y así os digo que la humanidad entera está rodeada por la Mi­se­ricordia y la Gracia de Dios. Como nos dicen las Sagra­das Escrituras: Todos los seres humanos son iguales ante Dios. Él no hace distinción entre las personas.

El tercer principio de Bahá'u'lláh es:

La religión debe ser causa de amor y afecto

La religión debería unir a todos los corazones y hacer que las guerras y las disputas se desvanecieran de la faz de la tierra, dando nacimiento a la espiritualidad, confiriendo vida y luz a cada corazón. Si la religión se convierte en causa de aversión, de odio y de división, sería mejor no te­ner ninguna y apartarse de semejante religión sería un acto verdaderamente religioso. Pues está claro que el propósito de un remedio es curar; pero si el remedio sólo sirve para agravar la enfermedad sería mejor desecharlo. Una reli­gión que no sea causa de amor y unidad no es una religión. To­dos los santos profetas fueron como médicos para el alma; prescribieron un tratamiento para la curación de la huma­nidad; por tanto, cualquier remedio que cause en­fermedad no proviene del gran Médico Supremo.

El cuarto principio de Bahá'u'lláh es:

La unidad de la religión y la ciencia

Podemos pensar que la ciencia es como un ala, y la re­li­gión es como la otra; un pájaro necesita dos alas para vo­lar, una sola le sería inútil. Cualquier religión que contra­diga a la ciencia o se oponga a ella, es sólo ignorancia, pues la ig­norancia es lo opuesto al conocimiento.

La religión que sólo consiste en ritos y ceremonias basa­das en el prejuicio, no es la verdad. Esforcémonos con ahínco para que seamos los instrumentos de la unificación de la reli­gión y la ciencia.

‘Alí, el yerno de Muhammad, dijo: "Aquello que está en conformidad con la ciencia está también en conformidad con la religión." Todo lo que la inteligencia del ser humano no pueda comprender, la religión no debería aceptarlo. La religión y la ciencia marchan de la mano, y cualquier reli­gión contraria a la ciencia no es la verdad.

El quinto principio de Bahá'u'lláh es:

Los prejuicios de religión, de raza o de secta, destruyen el fundamento de la humanidad

Todo lo que divide al mundo -el odio, la guerra y el de­rramamiento de sangre- tiene su origen en uno u otro de es­tos prejuicios.

El mundo entero debe ser considerado como un único país, todas las naciones como una sola nación, todos los se­res humanos como pertenecientes a una sola raza. Las re­li­giones, las razas y naciones son tan sólo divisiones he­chas por el ser humano, y necesarias sólo a su mente; ante Dios no existen persas, ni árabes, ni franceses, ni ingleses; Dios es Dios para todos, y para Él toda la creación es una. De­bemos obedecer a Dios y esforzarnos por seguirle, abando­nando todos nuestros prejuicios y haciendo realidad la paz sobre la tierra.

El sexto principio de Bahá'u'lláh es:

Igualdad de oportunidades en los medios de subsistencia

Toda persona tiene derecho a vivir, tiene derecho al des­canso y a un cierto grado de bienestar. Así como una per­sona rica puede vivir en su palacio, rodeada de lujo y de comodidades, también un individuo pobre debería tener lo necesario para vivir. Nadie debería morir de ham­bre; todos deberían tener la indumentaria suficiente; nadie debería vivir en la opulencia en tanto que otro no tenga posibilidad de ganarse la vida.

Tratemos con todas nuestras fuerzas de mejorar estas condiciones, para que ni una sola alma esté en la miseria.

El séptimo principio de Bahá'u'lláh es:

La igualdad de las personas ante la ley

Debe reinar la Ley, y no el individuo; sólo así este mundo se convertirá en un lugar de belleza, y la verdadera her­mandad se verá realizada. Al alcanzar la solidaridad, la humanidad habrá encontrado la verdad.

El octavo principio de Bahá'u'lláh es:

Paz universal

Los pue­blos y los gobiernos de cada nación deberán ele­gir un Tribunal Supremo, en el que miembros de cada país y gobierno se reunirán en unidad. Todas las dis­putas serán sometidas a esta Corte, cuya misión será la de preve­nir la guerra.

El noveno principio de Bahá'u'lláh es:

La religión no debería interesarse en las cuestiones políticas

La religión está relacionada con las cosas del espíritu, y la política con las cosas del mundo. La religión tiene que ac­tuar en el mundo del pensamiento; en cambio, el campo de la po­lítica está situado en el mundo de las circunstan­cias ex­ternas.

El trabajo del clero es el de educar a la gente, instruirla, darle buenos consejos y enseñanzas, para que pueda pro­gresar espiritualmente. Con las cuestiones políticas, el clero no tiene nada que hacer.

El décimo principio de Bahá'u'lláh es:

La educación e instrucción de la mujer

En este mundo las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres; en la religión y en la sociedad ellas son elementos muy importantes. Mientras se impida a las muje­res alcanzar sus más elevadas posibilidades, los hom­bres serán incapaces de lograr la grandeza que podría ser suya.

El undécimo principio de Bahá'u'lláh es:

El poder del Espíritu Santo, sólo por medio del cual se logra el desarrollo espiritual

Solamente por medio del hálito del Espíritu Santo puede llegar a producirse el desarrollo espiritual. No im­porta cuánto pueda progresar el mundo material, ni cuán es­pléndidamente se adorne, nunca será sino un cuerpo sin vida si carece de alma, pues es el alma la que anima al cuerpo; el cuerpo por sí solo no tiene una significación real. Privado de las bendiciones del Espíritu Santo, el cuerpo ma­terial sería inerte.

Aquí están, explicados muy someramente, algunos de los principios de Bahá'u'lláh.

En breve, es deber de todos nosotros ser amantes de la verdad. Busquémosla en cada ocasión y en cada país, te­niendo sumo cuidado de no apegarnos a las personalida­des. Veamos la luz dondequiera que brille, y ojalá poda­mos reconocer la luz de la verdad sea cual fuere el lugar de donde amanezca. Aspiremos el perfume de la rosa en me­dio de las espinas que la rodean; bebamos del agua que brota de cada manantial puro.

Desde mi llegada a París he sentido un gran placer al co­nocer a parisienses como vosotros, pues, alabado sea Dios, sois inteligentes, estáis libres de prejuicios, y anheláis cono­cer la verdad. Poseéis en vuestro corazón el amor a la hu­manidad y os esforzáis, en la medida de vuestras posi­bili­dades, por realizar obras caritativas y en lograr la unidad; esto es lo que Bahá'u'lláh deseó especialmente.

Es por esta razón por la que me siento tan feliz entre vo­sotros, y ruego para que seáis los receptáculos de las ben­diciones de Dios, y que podáis ser los instrumen­tos para la difusión de la espiritualidad a través de este país.

Tenéis ya una maravillosa civilización material e igual­mente alcanzaréis la civilización espiritual.

El señor Bleck dio las gracias a ‘Abdu'l-Bahá, quien res­pondió:

"Estoy muy agradecido por los amables sentimien­tos que acabáis de expresar. Espero que muy pronto estos dos movimientos se extiendan sobre toda la tierra. Enton­ces la unidad de la humanidad levantará su tienda en el centro del mundo."

 


 

NOTA:

[1] Se ha escrito ya mucho acerca de la visita de ‘Abdu'l-Bahá, ‘Abbás Effendi, a Europa. Durante su estancia en Pa­rís en el número cuatro de la Avenida Camoëns, cada ma­ñana ofreció breves disertaciones a quienes se congregaban deseosos de escuchar sus Enseñanzas.

Sus oyentes eran de variadas nacionalidades y distintos modos de pensar, instruidos e iletrados, miembros de dife­rentes sectas religiosas, teósofos y agnósticos, materialistas y espiritualistas, etc.

‘Abdu'l-Bahá hablaba en persa, y éste era traducido al francés. De estas disertaciones, mis dos hijas, una amiga y yo tomamos notas.

Varios amigos nos pidieron que publicáramos esas notas en inglés, pero no nos decidimos. Mas, cuando ‘Abdu'l-Bahá nos lo pidió personalmente, nosotras, por supuesto, estuvimos de acuerdo, a pesar de comprender que nuestra pluma "era demasiado débil para tan elevado mensaje".

Hemos tratado de conservar en nuestra humilde presen­tación en inglés la cualidad de espontánea simplicidad ex­presada en el francés por su traductor.

Sara Louisa Blomfield (Sitarih)

Mary Esther Blomfield (Parvine)

Rose Ellinor Cecilia Blomfield (Nuri)

Beatrice Marion Platt (Verdiyeh)

Mont Pèlerin, Vevey

Enero de 1912

 

 


(*) Filósofo persa (1844-1921). Autor de las obras "Filosofía Divina", "Fundamentos de Unidad Mundial", "Secreto de la Civilización Divina", "Respuestas a algunas preguntas", entre otras. El presente texto ha sido extraído de la obra "Sabiduría de Abú'l-Bahá", la misma que contiene una serie de sus conferencias dadas en París y Londres, entre 1911 y 1913.


 

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