Revista Jurídica Cajamarca | |||
El progreso material y espiritual'Abdú'l-Bahá (*)
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París, 2 de noviembre de 1911 Dijo ‘Abdu'l-Bahá: ¡Qué día más hermoso hace hoy! El cielo está despejado, el sol brilla y, por ello, el corazón de la gente está alegre. Un día tan radiante y hermoso otorga nueva vida y fuerzas a todo el mundo, y si alguien estaba enfermo, siente renacer en su corazón la jubilosa esperanza de la salud. Todos estos dones de la naturaleza conciernen a la parte física del ser humano, pues sólo su cuerpo puede recibir los beneficios materiales. Si un individuo triunfa en su negocio, en su arte o profesión, gracias a ello, es capaz de mejorar su bienestar físico, proporcionando a su cuerpo el descanso y la tranquilidad que le agradan. Hoy vemos a nuestro alrededor cómo las personas procuran rodearse de todas las comodidades modernas y de lujo, sin negarle nada al lado físico y material de su naturaleza. Pero tened cuidado, no sea que por pensar demasiado en las cosas del cuerpo os olvidéis de las cosas del alma; pues los progresos materiales no elevan el espíritu humano. La perfección en las cosas mundanas es una dicha para el cuerpo humano, pero en modo alguno glorifica su alma. Puede suceder que un individuo que posee todos los beneficios materiales y que vive rodeado de la mayor opulencia que la civilización moderna es capaz de proporcionarle, esté desprovisto de todos los importantes dones del Espíritu Santo. Sin duda, el progreso material es algo bueno y digno de alabanza, pero al proceder así, no olvidemos el importantísimo progreso espiritual, cerrando nuestros ojos a la luz divina que está brillando entre nosotros. Sólo progresando tanto espiritual como materialmente, podemos evolucionar verdaderamente y convertirnos en seres perfectos. Todos los grandes Maestros han aparecido para traer al mundo esta vida espiritual y esta luz. Vinieron para que el Sol de la Verdad pudiera manifestarse y brillar en los corazones de los seres humanos, y para que, a través de su poder maravilloso, pudiesen alcanzar la Luz Sempiterna. Cuando el Señor Jesucristo vino, derramó la luz del Espíritu Santo sobre todos los que Le rodeaban, y sus discípulos y todos los que recibieron su iluminación fueron inspirados, convirtiéndose en seres espirituales. Bahá'u'lláh nació y vino a este mundo para manifestar esta luz. Él enseñó la Verdad Eterna a los seres humanos, y derramó los rayos de Luz Divina por doquier. ¡Ay!, ved cómo la humanidad menosprecia esta Luz. Aún sigue su camino de oscuridad y de desunión, y las discordias y las terribles guerras aún continúan vigentes. El ser humano emplea el progreso material para satisfacer su ansia de guerra, y fabrica instrumentos y dispositivos de destrucción para aniquilar a sus hermanos. A pesar de ello, esforcémonos por alcanzar los beneficios espirituales, pues éste es el único modo de lograr el verdadero progreso, aquel que proviene de Dios y que sólo a Dios pertenece. Ruego por todos vosotros para que podáis recibir las Munificencias del Espíritu Santo; para que verdaderamente seáis iluminados, y avancéis siempre hacia adelante y hacia lo alto, hacia el Reino de Dios. Entonces vuestros corazones se hallarán preparados para recibir las buenas nuevas, vuestros ojos se abrirán, y veréis la Gloria de Dios; vuestros oídos se limpiarán y podrán percibir el llamado del Reino, y con lenguaje elocuente llamaréis a los seres humanos a la comprensión del Poder Divino y el Amor de Dios.
(*) Filósofo persa (1844-1921). Autor de las obras "Filosofía Divina", "Fundamentos de Unidad Mundial", "Secreto de la Civilización Divina", "Respuestas a algunas preguntas", entre otras. El presente texto ha sido extraído de la obra "Sabiduría de Abú'l-Bahá", la misma que contiene una serie de sus conferencias dadas en París y Londres, entre 1911 y 1913.
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