Revista Jurídica Cajamarca |
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El deber de mostrar amabilidad y comprensión a los forasteros y extranjerosAbdú'l-Bahá (*) |
16 y 17 de octubre de 1911 Cuando una persona dirige su rostro a Dios encuentra el sol por doquier. Todos los seres humanos son sus hermanos. No permitáis que los convencionalismos os hagan parecer fríos e indiferentes cuando os encontréis con personas de otros países. No les miréis como si sospecharais que fuesen malvados, ladrones y ruines. Vosotros pensáis que es necesario tener mucho cuidado, para no exponeros al riesgo de conocer, posiblemente, a personas indeseables. Os pido que no penséis sólo en vosotros. Sed amables con los forasteros, ya sea que provengan de Turquía, Japón, Persia, Rusia, China o de cualquier otro país del mundo. Ayudadles a que se sientan como en su propia casa; averiguad dónde se hospedan, preguntadles si podéis prestarles algún servicio, y procurad que sus vidas sean un poco más agradables. De esta manera, aunque algunas veces lo que vosotros sospechabais al principio fuese verdad, procurad ser amables con ellos, pues esta bondad ayudará a que sean mejores. Después de todo, ¿por qué ha de tratarse a los extranjeros como si fuesen extraños? (...) No os contentéis con demostrar amistad sólo con palabras; dejad que vuestro corazón se encienda con amorosa bondad hacia todos los que se crucen en vuestro camino. ¡Oh vosotros, los occidentales, sed amables con aquellos orientales que vienen a residir entre vosotros! Olvidad vuestro convencionalismo cuando habléis con ellos; no están acostumbrados a eso. A los orientales ese proceder les resulta frío y poco amistoso. Procurad, en cambio, que vuestro comportamiento sea comprensivo. Demostrad que estáis llenos de amor universal. Cuando os encontréis con un persa, o con cualquier otro extranjero, habladle como a un amigo; si está solo, ayudadle, servidle complacidos; si está triste, consoladle; si es pobre, socorredle; si está oprimido, liberadle; si está en la miseria, confortadle; si así lo hacéis, demostraréis, no sólo con palabras, sino con hechos y con la verdad, que consideráis que todos los seres humanos son vuestros hermanos. ¿Qué provecho existe en estar de acuerdo en que la amistad universal es buena, y en hablar de la solidaridad de la raza humana como un gran ideal?; a menos que estos pensamientos se trasladen al mundo de la acción, serán inútiles. El mal continúa existiendo en el mundo debido a que las personas tan sólo hablan de sus ideales, pero no hacen lo necesario por llevarlos a la práctica. Si las acciones tomaran el lugar de las palabras, muy pronto la miseria del mundo desaparecería para transformarse en prosperidad. Una persona que hace mucho bien y no habla de ello, está en el camino de la perfección. El individuo que ha realizado un bien insignificante, pero lo magnifica con palabras, vale muy poco. Si yo os amo, no necesito hablaros de mi amor continuamente, pues sin necesidad de palabras lo comprenderéis. Por el contrario, si no os amo, también os daréis cuenta, y no me creeríais aunque os dijese que os amo con un millón de palabras. Las personas hacen mucha profesión de bondad, con infinidad de hermosas palabras, porque quieren que les consideren mejores que sus congéneres, buscando, de este modo, la fama ante los ojos del mundo. Aquellos que verdaderamente hacen el bien son los que emplean menos palabras con referencia a sus actos. Los hijos de Dios trabajan sin ostentación, obedeciendo las leyes de Dios. Es mi esperanza que vosotros siempre tratéis de abolir la tiranía y la opresión; que trabajéis sin cesar hasta que la justicia reine en cada región, que conservéis vuestros corazones puros y vuestras manos limpias de injusticia. Esto es lo que necesitáis para acercaros a Dios, y es lo que espero de vosotros.
(*) Filósofo persa (1844-1921). Autor de las obras "Filosofía Divina", "Fundamentos de Unidad Mundial", "Secreto de la Civilización Divina", "Respuestas a algunas preguntas", entre otras. El presente texto ha sido extraído de la obra "Sabiduría de Abú'l-Bahá", la misma que contiene una serie de sus conferencias dadas en París y Londres, entre 1911 y 1913. |
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