Revista Jurídica Cajamarca

 
 

 

Editorial

 


Filosofía del trabajo

Recientemente, los alumnos del SECIGRA Derecho (Servicio Civil de Graduandos) de la Universidad Nacional de Cajamarca, me han pedido que les hable algo sobre la actitud que deben adoptar en el cumplimiento de este servicio que acaban de iniciar. No encontré mejor idea que la de reflexionar junto con ellos, sobre la razón de ser del trabajo.

¿Qué es el trabajo? Inmediatamente vino a mi memoria algún concepto que me enseñaron en la secundaria, creo que en el curso de economía política. De ese concepto, la idea que más llamó mi atención fue esa parte que decía algo así como que el trabajo era doloroso o penoso. Por mucho tiempo le di vueltas, en mi mente, a esta concepción, y al asociarla con el relato bíblico, en Génesis, sobre el castigo que Dios impuso al hombre para ganarse el pan del día con el sudor de su frente, en algún momento, estuve convencido que el trabajo era una carga frente a la cual tendríamos que idear formas de evasión. Si esto es así, estaría justificada la conducta de muchos, en el sentido de rehuir al trabajo.

A la fecha, he cambiado de parecer. Considero que el trabajo es cualidad inherente al hombre que le permite mantener su vitalidad proporcionándole satisfacciones o realizaciones materiales y espirituales. Dado que le es altamente provechoso, debe realizarlo en las mejores condiciones posibles y dentro de un espíritu de alegría.

Veamos que sucede en nuestro entorno. Nos rodea un universo de potencia y movimiento. En todas las cosas hay energía, actividad violenta que produce fuerza y poder. Hasta los objetos más inertes como una piedra, tienen energía en su interior; si por un momento cesara el movimiento que hay en sus átomos, la piedra se pulverizaría y desaparecería.

Ni qué decir sobre lo que pasa en el mundo vegetal y animal donde todo es vida, crecimiento, multiplicación y evolución. A los seres vivos, por excelencia, les corresponde estar activos. Sin embargo, ningún ser desarrolla actividad como lo hace el hombre. Aparte del movimiento natural que hay en él, realiza una actividad que va más allá de ello: realiza el trabajo. Una extensión de sus potencialidades físicas y, sobre todo, de sus potencialidades mentales y espirituales.

Es una característica del hombre el estar “haciendo algo” siempre. En este hacer y producir está la fuente de su salud y felicidad. El trabajo es la sangre vital de la vida. Hubieron filósofos que sostuvieron que el hombre dejó de ser un simio o un simple animal, gracias al trabajo.

Sin embargo, nuestra concepción sobre el trabajo, que es un deber y un privilegio, puede estar fuera de foco. ¿Cómo así? Como cuando consideramos que el trabajo es una carga y un mal necesario. O, cuando consideramos que es apenas un medio para alcanzar un fin: dinero, comodidad, prestigio, etc. ¿Será el trabajo un medio? Si el trabajo es apenas un medio para alcanzar los fines indicados y sus similares, y que éstos son la meta final, entonces habrán otras formas de alcanzar estos mismos fines sin necesidad de trabajar; pero, pensar así, significaría evadir de una actividad, el trabajo, que nos da salud y satisfacción espirituales, lo cual sería una contradicción a la esencia misma de nuestra existencia.

¿Qué les parece si desarrollamos el trabajo, por el propio trabajo? Descartamos la idea de que éste es un medio y que más bien es un fin. Un fin en sí mismo que confirma nuestra vocación de movimiento y actividad que nos otorga realización física, mental y espiritual; y que por añadidura o como consecuencia, también nos otorga el dinero, la comodidad, el prestigio, etc. que en algún momento fueron fines y que ahora han dejado de serlo y que aún así los adquirimos sin necesidad de que sean nuestra meta.

Si pensamos así, el trabajo dejará de ser una carga y un mal necesario para convertirse en una de las razones de nuestras existencias. Esto nos permitirá buscar la perfección y la excelencia en lo que hagamos. No importa cuán modesta sea nuestra ocupación.

El trabajo como fin; más exactamente, el trabajo perfecto o con calidad, tiene dos grandes enemigos: el debilitamiento del poder de concentración y la ausencia de la radiación.

Sobre el primero: hemos adquirido el mal hábito de hacer nuestra actividad laboral (como estudiantes, como trabajadores propiamente: empleados o funcionarios) con un porcentaje mínimo de nuestra capacidad de concentración. Estamos haciendo algo ahora, sólo con una parte de nosotros presente; la otra parte está en cualquier lugar, menos aquí. Andamos muy preocupados o por el pasado o por el futuro. Insatisfechos con la ocupación o con el puesto que tenemos actualmente, anhelamos las posiciones superiores a las nuestras. No estamos conformes con los bienes que poseemos en este momento. Quisiéramos más. Tan preocupados estamos por lo que no tenemos y quisiéramos tener, que descuidamos el presente. No estamos concentrados, con todas nuestras capacidades, en la actividad que estamos desarrollando aquí y ahora. En una situación así, el producto de nuestro trabajo o el servicio que brindamos es mediocre, carente de calidad y excelencia.

Al respecto, creo oportuno reproducir un pensamiento hinduísta citado por Rúhíyyih Rabbani en su libro “Prescripción para vivir”:

“Ayer no es más que un sueño

y mañana es tan sólo una visión,

pero el hoy bien vivido

de cada ayer hace un sueño feliz

y de cada mañana una visión de esperanza.

Prestad atención, pues, a este día.”

El otro enemigo del trabajo perfecto, es la ausencia de la radiación o la carencia de la capacidad de irradiar. Debemos dar lo mejor de nosotros a los demás. Este debe ser nuestro regalo al mundo. Muchos han desarrollado la filosofía de la esponja: sólo se quiere recibir y no dar. La gente está ocupada en autocomplacerse. Desarrollemos más bien la filosofía del riachuelo o manantial: nos alimentamos de una fuente invisible y brindamos agua fluyente y cristalina. Estamos conscientes que si retenemos nuestras aguas, éstas, al estancarse, se harán putrefactas y despedirán un mal olor.

No laboremos simplemente, más bien sirvamos.

 El Coordinador (*) 



(*) Abogado. Profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Cajamarca y de la Universidad Particular "Antonio Guillermo Urrelo".


 

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